Su desaparición fue seguida, al día siguiente, por la macabra aparición de su cuerpo, decapitado, en la quebrada La Vaquita, en la población de El Roblito, Costa Rica.
El 13 de septiembre de 1985, Panamá vivió uno de los episodios más oscuros de su historia contemporánea con el asesinato de Hugo Spadafora Franco, un médico y guerrillero que se había convertido en un símbolo de la resistencia contra la dictadura militar de Manuel Antonio Noriega. Su muerte no solo conmocionó al país, sino que también se convirtió en un catalizador para el desmoronamiento del régimen que había mantenido a Panamá bajo un férreo control militar.
Contexto histórico
Hugo Spadafora nació en 1940 y se destacó no solo como médico, sino también como un ferviente activista político. Participó en la lucha por la independencia de Guinea-Bisáu y en la guerra civil nicaragüense, donde se opuso a la dictadura de Anastasio Somoza. A su regreso a Panamá, Spadafora se convirtió en un crítico abierto del régimen militar que surgió tras el golpe de estado de 1968. A pesar de su oposición, Omar Torrijos, el líder de facto de Panamá en ese momento, le ofreció un puesto como viceministro de Salud, donde Spadafora pudo influir en la política sanitaria del país. Sin embargo, tras la muerte de Torrijos en 1981, Spadafora se volvió un acérrimo opositor de Noriega, denunciando su vínculo con el narcotráfico y su autoritarismo. Su activismo lo llevó a ser una figura querida por muchos panameños, especialmente aquellos que anhelaban un cambio en el gobierno.
El asesinato
El día de su muerte, Spadafora salió de su casa en Costa Rica, donde se había exiliado temporalmente, para regresar a Panamá. Fue detenido por las Fuerzas de Defensa de Noriega en La Concepción, Bugaba, Chiriquí. Su desaparición fue seguida, al día siguiente, por la macabra aparición de su cuerpo, decapitado, en el río La Vaquita, en la población de El Roblito, en la vecina Costa Rica. Este hallazgo horrorizó a la nación y dejó a muchos preguntándose sobre las circunstancias de su muerte y la identidad de los responsables. El hecho de que su cabeza nunca fuera encontrada ha alimentado teorías de conspiración y ha mantenido vivo el interés en su caso. La brutalidad del asesinato y la forma en que se manejó la investigación inicial desataron una ola de indignación en Panamá y más allá. La familia de Spadafora y activistas de derechos humanos exigieron justicia, pero el caso fue cerrado rápidamente por las autoridades panameñas, lo que generó aún más desconfianza en el sistema judicial.
Implicaciones políticas
El asesinato de Hugo Spadafora no solo fue un acto de violencia política, sino que también marcó un punto de inflexión en la oposición al régimen de Noriega. Su muerte galvanizó a muchos panameños, que empezaron a ver la necesidad de un cambio radical. Las protestas y movimientos civiles comenzaron a tomar fuerza, y la figura de Spadafora se convirtió en un símbolo de resistencia. A pesar de que el gobierno intentó silenciar las voces de protesta, el clamor por justicia no se detuvo. En 1989, el régimen de Noriega fue finalmente derrocado por una invasión militar de Estados Unidos, y muchos panameños recordaron a Spadafora como uno de los mártires que pagaron con su vida por la libertad de su país.
Hoy, al conmemorar el trigésimo noveno (39) aniversario de su muerte, Hugo Spadafora Franco es recordado no solo como un médico y guerrillero, sino como uno de los más férreos opositores al tiránico régimen de Manuel Antonio Noriega. Su legado perdura en la memoria colectiva como símbolo de resistencia en tiempos de adversidad.