Cuando informar la verdad se convierte en un gran riesgo de muerte

El régimen Ortega-Murillo le dio tres días al periodista y poeta Ariel Montoya, para que abandonara su país.  

El régimen Ortega-Murillo le dio tres días al periodista y poeta Ariel Montoya, para que abandonara su país.  

Ejercer el periodismo independiente en Nicaragua se ha transformado en un acto de resistencia y valentía frente a uno de los regímenes más represivos de América Latina: en una lucha por la supervivencia.

Bajo el régimen autoritario de Daniel Ortega y Rosario Murillo, la libertad de prensa ha sido brutalmente atacada, dejando a los periodistas en la mira de un sistema que busca silenciar cualquier voz crítica. Persecuciones, encarcelamientos, confiscaciones de medios y el exilio forzado se han convertido en el pan de cada día para quienes se atreven a informar la verdad.

Desde las protestas sociales de 2018, el régimen no ha dejado de hostigar a quienes se atreven a decir la verdad. Según informes recientes, casi 300 periodistas han sido obligados a abandonar el país para proteger sus vidas y las de sus seres queridos, mientras que otros trabajan en la clandestinidad, enfrentando persecución constante y el riesgo de ser detenidos.

En este contexto, hoy tenemos la oportunidad de conversar con un periodista nicaragüense que, tras enfrentar amenazas directas y persecución por parte del régimen, se vio obligado a abandonar su tierra natal y buscar refugio en Estados Unidos. Su historia es un reflejo del costo humano de la represión y una muestra del valor de quienes, incluso desde el exilio, continúan luchando por mantener viva la libertad de expresión y denunciar las injusticias que azotan a Nicaragua.

Pero no solamente el régimen ha arremetido contra la libre expresión y la prensa; también ha matado gente, cerrado organizaciones de la sociedad civil, detenido a miles de personas y perseguido a la iglesia, ente otros delitos.

Ariel Montoya es, además de periodista, poeta y escritor. Asegura que toda persona que se atreva a emitir un mínimo comentario sobre el régimen, es un opositor y, por lo tanto, se convierte en un perseguido.

Él estuvo junto al pueblo en las calles, en el 2018, cuando estalló una protesta legítima debido a descontentos que venían arrastrándose desde hacía varios años, y que el periodista denunciaba mediante sus declaraciones a la prensa y en sus columnas en varios periódicos y países.

Montoya es columnista del Miami Herald desde hace cuatro décadas y, además escribe para La Prensa de Nicaragua, Prensa Libre de Guatemala y otros medios de Hispanoamérica.

Vive en Miami, exiliado, desde el 2018. Su nuevo libro se titula Ligero Equipaje.

¿Usted fue perseguido por el régimen de Ortega? ¿Por qué?

En Nicaragua, toda persona que se atreva a emitir un mínimo comentario sobre el régimen es un opositor. Yo estuve junto al pueblo en las calles, en algunas manifestaciones, en el 2018.

Los jóvenes protestaban frente a la sede del Consejo Supremo Electoral (CSE) por los abusos electorales; los ancianos se manifestaban por la reducción de sus pensiones, que ya habían sido exprimidas y se comenzaba a gestar un malestar social contra el Gobierno, el cual, por otra parte, había hecho un acuerdo con la cúpula del sector empresarial que además de llenarle los bolsillos de forma abrumadora a éstos, deterioró aún más el tejido institucional.

Recibí tres llamadas telefónicas anónimas. La segunda, el día de mi cumpleaños, el 30 de abril de 2018, amenazante y cobarde, y la última fue más amenazadora aún, pues me decía alguien de los sandinistas sapos, que me daban tres días para que me fuera. Esa llamada la sentí más agresiva, y en tres días abandoné el país.

¿Cuál era su expectativa a raíz de los acontecimientos de abril del 2018? ¿Esperaba algún cambio?

Honestamente, no. No había condiciones políticas y por eso, en cierta forma, esa insurrección fue un fracaso. Hubo mucho oportunismo político de algunos aprovechados y mucha improvisación. Es cierto que el régimen se tambaleó, pero inmediatamente se dio cuenta de que los operadores eran, en muchos casos, jóvenes ligados al sandinismo disidente del oficial, y ahí fue cuando se incrementó la represión.

Es por eso que estamos organizándonos política y partidariamente, para ser opción de unidad luego de diálogo con el régimen, pues es el que tiene el poder. Hay mucha leña que moler a este respecto, mucha gente critica a quienes hemos optado por un diálogo, directamente, sin pelos en la lengua, con Daniel Ortega. Si existe otra propuesta mejor, abandono ésta y abrazo la otra, pero no la hay, lamentablemente. La era de los rambos y luchas armadas no es viable por ahora.

Lo bueno de nuestra iniciativa es que se está sumando gente dentro y fuera de Nicaragua. La gente que está dentro no podemos darla a conocer por seguridad, para que no caiga presa. Y a nivel internacional estamos abriéndonos paso con el Partido Organización Política Accionaria (OPA), liberal y conservador clásico, de derecha, pero abierto a los cambios y la modernidad; y estamos creando puentes con partidos como el Republicano, con gobernantes como Javier Milei, Bolsonaro, la oposición cubana en el exilio y otros. También estamos creando alianzas estratégicas con algunos líderes sociales y políticos como Rafael Cárcamo y otros empresarios nicaragüenses en el exterior, de cara a nuestro fortalecimiento político partidario y buscar un diálogo para las elecciones de 2026.

¿Cómo llegó a Estados Unidos?

Con visa americana, por avión. Pero salí por tierra a Honduras, El Salvador y luego a Guatemala, donde viví mi primer exilio en los 80´, por evadir el brutal Servicio Militar Obligatorio (SMP). Fue difícil tomar la decisión de pedir asilo y establecer una nueva vida en Estados Unidos, pero no tuve otra salida y aquí estoy, dando la batalla políticamente, pues soy uno de los miles que quiere retornar a su Patria.

¿Por qué fracasaron las denominadas revoluciones en América Latina, entre ellas la de su país, Nicaragua?

A ciencia cierta no fueron revoluciones, fueros estafas sociales. El marxismo leninismo tiene muchas debilidades como sistema político, mucha insolvencia. Es un legado de papeles y libros que jamás podrán tener eco en los pueblos y, menos, hacerlos prósperos y felices.

Daniel Ortega junto a su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo. Foto: @UHN_Plus

Fidel Castro fue el peón de la extinta Unión Soviética para fumigar de guerrillas a toda Latinoamérica, y ya antes habían comenzado a fundar partidos comunistas que empezaron a tener incidencia en los sindicatos, en los maestros y en el estudiantado sobre todo de las universidades públicas, enfocándose en atacar las inversiones de Estados Unidos y la penetración social y cultural en toda la región.

Ellos comenzaron a crear resentimiento hacia el país del norte, con el cual, querrámoslo o no, tenemos una identidad territorial que nos mantendrá siempre en comunicación a pesar de las diferencias y disputas eventuales. Es nuestro primer gran vecino y el comunismo internacional ha tratado de crear distancias y odios.

¿Y qué pasó en Nicaragua?

En Nicaragua la llamada revolución fracasó, porque se hinchó de soberbia desde el primer día que asaltaron el poder. Los comandantes se olvidaron de los pobres, mientras ellos se convirtieron en la nueva élite. Irresponsablemente, con la asesoría bufona y temeraria de Fidel Castro, desafiaron a Estados Unidos y el resultado fue una cruenta guerra de diez años que el pueblo sufrió mucho y que los jóvenes pusieron sus vidas… eso Nicaragua entera no lo olvida.

Además, fracasó porque fueron incapaces de administrar, gerenciar a una nación. Y, por supuesto, la culpa de todo la tenía Estados Unidos y el famoso «bloqueo», la misma cantaleta de la Cuba incapaz de los Castro y Díaz Canel.

Usted dijo que la sociedad civil ha fracasado, ¿puede explicar por qué?

Porque, primero, ilusamente, quisieron suplantar a la clase política, lo cual es imposible a pesar de cierto desgaste de esta y, segundo, porque desde un principio cometieron ciertos vicios de poder cometidos por aquella, como el enriquecimiento ilícito, como ha quedado evidenciado en la olla podrida destapada por la administración Trump con los recursos de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID, sigla en inglés).

Así mismo, esta auto proclamada presidencialista y opositora Sociedad Civil (sin que nadie la haya propuesto ni electo), ha demostrado ser un fracaso monumental, pues no existe un solo hecho contundente capaz de felicitarla, que haya realizado para frenar a la dictadura de Daniel Ortega.

La sociedad civil es fantasiosa, ilusionista y sin visión política. Lo otro es que muchos de sus integrantes provienen del sandinismo de los 80 y esa gente no tiene nada ya que aportar a Nicaragua. Se poncharon abanicando, como se dice en béisbol. Y la camisa de la Real Politik les queda muy grande.

¿Considera usted que Ortega es un peligro para la seguridad de Estados Unidos?

Ortega jamás podrá ser un peligro para una potencia mundial. Lo que pasa es que sus alianzas con China, Rusia e Irán establecen parámetros geopolíticos que parecieran estar enfundados en determinadas guerras híbridas amenazantes. Pero este no es el caso, ni lo será. Veamos cómo se está a punto de llegar a un acuerdo de Paz con Ucrania, con Medio Oriente, veamos cómo la misma oposición política venezolana está esperando que el presidente electo, Edmundo González, sea nombrado en propiedad por el Tribunal Supremo. Y todo se viene dando por iniciativas de diálogo. Los nicaragüenses debemos tener fe en recuperar nuestra libertad y por eso estamos actuando política y accionariamente.

En otro tema, quisiera preguntarle ¿por qué Ortega arremete contra la iglesia como la ha hecho? Supe que hace poco expulsó al último grupo de monjas que quedaban en Nicaragua…

La Iglesia, sobre todo la Católica, a pesar de tener algunas almas vendidas a la dictadura, tiene otras con fortaleza, liderazgo y amor a Dios, que no se doblegarán tan fácilmente. Y el régimen sabe del arrastre de fe de muchos obispos, que están del lado del sufrimiento del pueblo, y lo saben, porque ellos mismos los han reprimido, encarcelado y desterrado. La Iglesia es una potencia milenaria, lo dijo Fouche, y lo sigue siendo, a eso le teme el poder de las izquierdas represivas…

¿Qué le queda por hacer a países como Nicaragua y Venezuela para lograr la libertad?

Lograr más unidad y cohesión política partidaria, integrarse en los partidos políticos, sobre todo, en los nuevos, pues la política se enfrenta y se gana electoralmente con y entre partidos políticos, no con ociosas y desenfrenadas organizaciones de la sociedad civil depredadoras de los impuestos de los contribuyentes y de otros donantes internacionales. Esto va para Venezuela, Nicaragua, Cuba, Perú y Guatemala, entre otros países.

Si hiciera una comparación entre el somocismo y el sandinismo, ¿qué diría?

El somocismo fue un sistema de mucho bienestar y modernidad para Nicaragua, pero en sus últimos años es evidente que ya estaba agotado en sus estructuras políticas, pues fue una clásica dinastía. El sandinismo ha resultado peor en todos los sentidos, el descalabro más grande de nuestra historia es causado por la prepotencia y la incapacidad gerencial para manejar un país. Ellos todo lo justifican con el «bloqueo» y la violación soberana, eso es un cuento chino, como lo sigue siendo para Cuba y Venezuela. Son, junto a Fidel Castro, la peor tragedia continental.

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