El teletrabajo irrumpió en la vida de muchos trabajadores y puso a prueba su capacidad de adaptación en poco tiempo. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el peor momento de la crisis de la Covid-19 (segundo trimestre de 2020), al menos 23 millones de personas trabajaron desde casa en América Latina y el Caribe. Se trata de entre 20% y 30% de los trabajadores asalariados de la región. Antes de la pandemia, esa cifra era inferior al 3%.
Vinícius Pinheiro, director de la Organización para América Latina y el Caribe, asegura que la crisis causó una aceleración de tendencias en los mercados laborales, lo cual deja la sensación de que, junto a la situación dramática de la pérdida de empleo, el futuro del trabajo se estuviera manifestando antes de lo esperado.
Pero, a pesar de que esta tendencia laboral ha ido creciendo, no ha beneficiado a todos por igual.
En Panamá, de acuerdo con datos oficiales, 70% de los empleos son presenciales, es decir, no se pueden realizar de manera remota.
Los trabajos que se pueden hacer de manera remota se concentran básicamente en cinco actividades económicas: finanzas y seguros; información y comunicaciones; industrias creativas; actividades inmobiliarias y enseñanza, aseguran los expertos laborales.
El consultor laboral René Quevedo asegura que las categorías laborales que se pueden hacer de manera remota exigen en promedio 14 años de escolaridad.
En esto también coincide Roxana Maurizio, especialista regional en economía laboral y autora del informe “Desafíos y oportunidades del teletrabajo en América Latina y el Caribe”.
Maurizio asegura que fueron principalmente las personas asalariadas formales, con alto nivel educativo, con relaciones de empleo estables, en ocupaciones profesionales, gerenciales y administrativas, y por supuesto con acceso a las tecnologías necesarias para llevar a cabo sus tareas, quienes registraron los mayores aumentos del teletrabajo.
Por el contrario, tuvieron mucho menor acceso al teletrabajo “los trabajadores informales, cuentapropistas, jóvenes, de menores calificaciones y de bajos ingresos laborales, quienes experimentaron las mayores pérdidas de empleo y de horas trabajadas, especialmente en la primera mitad de 2020”.
Según la especialista laboral, también es importante considerar que, en una región caracterizada por estructuras laborales con bajo uso de las tecnologías de la información y elevadas brechas tecnológicas, era previsible que la difusión de la modalidad de trabajo a domicilio y, en particular del teletrabajo, no fuera homogénea entre los diferentes grupos de trabajadores.
Destaca que si bien, el teletrabajo era considerado como una alternativa para lograr mejor conciliación entre la vida familiar y la laboral, el cierre provocado por la pandemia hizo que la situación fuera más compleja, pues además cerraron las escuelas y se incrementaron las demandas de cuidado. “Esto afectó en forma especial a las mujeres, dado que las responsabilidades familiares siguen recayendo mayormente sobre ellas”, precisó Maurizio.
El teletrabajo ha venido para quedarse
Aunque es muy temprano para predecir el alcance efectivo del teletrabajo, será necesario que los países y las sociedades estén preparados para asumir que esta modalidad llegó para quedarse, ya sea como una solución conveniente para algunas personas y empresas, o a través de la proliferación de formas híbridas que combinan trabajo presencial con trabajo desde el hogar, asegura el organismo internacional.
Para el director de la OIT para América Latina y el Caribe, el teletrabajo seguirá siendo una opción y generando nuevas oportunidades, “aunque está claro que aún está pendiente responder a desafíos tanto para los trabajadores como para las empresas que debieron implementarlo rápidamente”, dijo.
Desafíos más relevantes
Aunque en los últimos tiempos la región ha reportado avances en materia de regulación del teletrabajo, el aumento sin precedentes de esta modalidad expuso una multiplicidad de desafíos que deben ser abordados, entre ellos: el principio de voluntariedad y acuerdo entre las partes; organización y tiempo de trabajo; la seguridad y salud en el trabajo; el equipamiento y elementos de trabajo; la protección del derecho de privacidad de los trabajadores; la dimensión de género y teletrabajo, entre otros.
“Sin controles adecuados, el trabajo desde el domicilio podría derivar en relaciones laborales que no reconozcan la dependencia y, por lo tanto, en aumentos del trabajo independiente o en relaciones laborales encubiertas”, asegura el informe del organismo internacional.