Panamá reflejada en el espejo trágico de Beirut

La tarde del 4 de agosto de 2020 aparentaba ser igual que cualquier otra en Beirut. Hasta que el reloj local marcó las 6 horas y siete minutos: el fatídico momento en que una devastadora explosión, equivalente a 3 mil toneladas de TNT, sembró el terror en un radio de varios miles de metros en la capital libanesa. Luego que la brutal onda expansiva hiciera añicos todo lo que se encontraba en un radio de 10 kilómetros y más allá, en medio del humo, y entre el fuego y los escombros, quedaba un escenario aterrador: 218 muertos, 7 mil 500 heridos y 9 desaparecidos, además de las 300 mil personas cuyo hogar había desaparecido tras el estruendo que fue escuchado a 200 kilómetros de distancia.

La explosión fue   causada por 2 mil 750 toneladas de nitrato de amonio almacenadas en el puerto capitalino desde 2013. Un barco que llevaba la carga hacia Mozambique, sufrió averías técnicas que le obligaron a entrar a la instalación portuaria. Fue abandonado luego que no se le permitiera continuar su travesía y la carga se llevó a un almacén, donde permaneció desde entonces. Durante el período comprendido entre el 2014 y el 2017, funcionarios del puerto realizaron diversas diligencias burocráticas para deshacerse del amonio – exportarlo o venderlo-, sin embargo, todo resultó inútil. La engorrosa indiferencia gubernamental se impuso y la sustancia permaneció almacenada y olvidada hasta la fatídica tarde del 4 de agosto en la que, según algunos informes, un cercano contenedor cargado de fuegos artificiales ardió incontroladamente, afectando la carga abandonada próxima al fuego.

Y la mezcla de indiferencia gubernamental, nitrato de amonio y fuego descontrolado produjo una pavorosa explosión – registrada por el Servicio Geológico de Estados Unidos como un movimiento telúrico de magnitud 3.3, además de escucharse en Chipre, ubicada a más de 240 kilómetros de distancia- La tragedia, que era de esperarse, se materializó porque, según anota el consultor radicado en New York, Vyto Babrauskas, «El 100 por ciento de las explosiones de nitrato de amonio en almacenes se deben a incendios incontrolados».

La imagen frente al espejo

El pasado 12 de enero, mientras realizaba una inspección en las instalaciones de la mina de cobre de Donoso, el ministro de ambiente Juan Carlos Navarro reveló que existen, almacenadas en el sitio, 7 mil 960 toneladas de nitrato de amonio pertenecientes a Austin Powder, una empresa especializada en la manufactura y suministro de explosivos industriales. Con una larga trayectoria, también, en la prestación del servicio de voladura para industrias como la construcción, la minería y de canteras.

El ministro de ambiente, al referirse al nitrato de amonio encontrado, sugirió que «por nuestra seguridad y la de todos los panameños, hay que sacarlo de Panamá lo antes posible». Acompañado en esta ocasión por el ministro de seguridad, Frank Ábrego, Navarro destacó la necesidad urgente de removerlo del país. «Nuestra recomendación es que dicha exportación se dé con presencia de los medios de comunicación, a fin de que la misma se dé con total transparencia».

Lo que puede costar la indiferencia burocrática

“Aquél que ignora la historia, está condenado a repetirla”, se ha vociferado hasta el cansancio. Sin embargo, sobran los precedentes que empujan a tomar medidas para evitar nuevas tragedias.

En 1917, el puerto canadiense de Halifax fue escenario de la explosión no nuclear más grande de la historia. Luego que un barco cargado con explosivos chocara contra otro de los barcos en el muelle, se dio una explosión con una potencia equivalente a 2 mil 989 toneladas de TNT. El evento resultó en una onda expansiva que causó destrucción en un radio de 800 metros y provocó un tsunami con olas de más de 15 metros, que dañaron considerablemente las áreas cercanas.

Un poco más al sur, en Texas, en 1947 explotó una fábrica de municiones que mató a 581 personas y tuvo una potencia equivalente a 2 mil 300 toneladas de TNT. La onda expansiva causó daños en un radio de mil 600 metros, destruyendo casi en su totalidad mil edificios, además de provocar una ola de 4.5 metros detectada a 160 kilómetros de la costa.

Las dimensiones de la amenaza

La lista de eventos destructivos originados en una explosión es bastante larga en los registros históricos; eventos con alcances y consecuencias tan inesperadas como devastadoras. Por ello, la pregunta obligada es: ¿Se ha planificado tomar medidas rápidas y efectivas con la sustancia encontrada en Donoso? Los funcionarios con responsabilidad en este asunto, ¿son conscientes, acaso, de las dimensiones de la tragedia que podría provocar un accidente inesperado con esas 7 mil 960 toneladas de nitrato de amonio?

Beirut fue sacudida hasta los cimientos cuando explotó un tercio de lo que se acumula en Donoso, causando daños a edificios ubicados en un radio más allá de los 10 kilómetros señalados por la mayoría de los medios de comunicación que reportaron el evento. Una nota publicada en la web de Amnistía Internacional en el 2021, señala daños en un radio de hasta 20 kilómetros.

La potencial amenaza, a la que apuntan las declaraciones del ministro de ambiente, involucra una cantidad que casi triplica el compuesto causante de la tragedia en la capital del Líbano.

“Hace unos 150 años que sabemos cómo evitar por completo los incendios incontrolados en los almacenes. Es totalmente evitable”, señala Babrauskas, el experto citado anteriormente. Pero, ¿lo sabemos aquí en Panamá? El nitrato de amonio, según los estándares internacionales, debe almacenarse en edificios no combustibles, como los de hormigón, lejos de materiales que puedan arder. En el video de advertencia del ministro Navarro, las 7 mil 960 toneladas del nitrato de marras no se almacena, precisamente, en nada parecido al hormigón. Ni siquiera aparenta guardar las mínimas medidas de seguridad que establecen las normas internacionales.

Comparte esta Noticia