La escuela del terror

10 Min Read
478 Views

El Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) se ha consolidado como la organización criminal más poderosa de México, según coinciden analistas y fuerzas de seguridad. La Fiscalía General de la República (FGR) estima que su presencia está confirmada en 28 de los 32 estados mexicanos, manteniendo además alianzas estratégicas con grupos criminales locales en Durango, Campeche, Coahuila y Zacatecas.

Su expansión no se limita al territorio mexicano. La Administración para el Control de Drogas estadounidense (DEA) ha señalado que el CJNG tiene «una significativa presencia no sólo en Estados Unidos y México, sino también en Europa, Asia y Australia».

Nathan P. Jones, profesor de la Sam Houston State University, ubica el origen de esta organización criminal en 2010, tras la muerte de Ignacio «Nacho» Coronel, entonces líder del Cártel de Sinaloa especializado en la producción de metanfetaminas en Jalisco. Con la fragmentación de sus operaciones, emergió Nemesio Oseguera Ramos, alias «El Mencho», quien aprovechó la ubicación estratégica de Jalisco cerca de los puertos del Pacífico para expandir su negocio mediante la venta de metanfetamina en mercados europeos y asiáticos, así como fentanilo en Estados Unidos.

El descubrimiento del «rancho del terror»

En marzo de 2025, el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco encontró un rancho en el municipio de Teuchitlán, a aproximadamente una hora de Guadalajara, que funcionaba como centro clandestino de adiestramiento y exterminio del CJNG. Según testimonios recabados por el grupo, este lugar operaba como «la escuelita del terror».

En este predio se hallaron:

  • Tres fosas clandestinas con restos humanos
  • Más de 200 pares de zapatos y montones de ropa
  • Objetos personales como mochilas, libros y carteras
  • Al menos tres hornos crematorios rudimentarios
  • Casquillos percutidos y cargadores de armas de alto calibre
  • Esposas metálicas y restos de droga
  • Un altar a la Santa Muerte con elementos de santería cubana

El rancho contaba con estructuras diferenciadas, incluyendo un cuarto denominado «la carnicería», donde se realizaban ejecuciones y desmembramientos, y otro identificado como «la oficina». También había un galpón techado donde dormían hacinados más de 200 reclutas, estructuras de entrenamiento físico, un laberinto y botes metálicos enterrados que podrían contener restos humanos.

El método de reclutamiento

Según explicó Indira Navarro, líder del colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco, las instalaciones eran utilizadas para el reclutamiento forzado, entrenamiento violento y eliminación sistemática de personas, principalmente jóvenes captados mediante ofertas falsas de empleo difundidas en redes sociales.

Los testimonios indican que las víctimas eran jóvenes provenientes de otros estados, como Coahuila, a quienes se les ofrecían trabajos de chofer, electricista, seguridad o ayudante general a través de publicaciones en Facebook. Al aceptar la propuesta, eran citados en la central de autobuses de Guadalajara, donde comenzaba su desaparición.

Una entrevista recuperada por la periodista Azucena Uresti con la esposa de una víctima revela el mecanismo: «Él trabajaba en alta tensión. Hablé con él a las seis de la mañana. Me dijo que había extraviado su maleta pero que ya lo habían contactado del trabajo. A las siete le marqué y ya su teléfono estaba apagado».

Una vez abordaban el vehículo en la terminal, los jóvenes eran despojados de sus teléfonos y vendados de los ojos, impidiéndoles identificar el destino al que eran llevados. Llegar al rancho en Teuchitlán tomaba alrededor de una hora.

Entrenamiento, torturas y ejecuciones

Al arribar al lugar, los recién llegados eran alineados en filas y recibían un apodo. «No usaban nombres, solo apodos. Pasaban lista así. Yo conté poco más de 200 personas cuando llegamos», reveló un sobreviviente.

El sistema establecido implicaba métodos para suprimir la identidad individual. La estructura interna se dividía en una etapa inicial de entrenamiento físico intensivo, llevado a cabo en condiciones de hacinamiento y penuria. Todos dormían en un cobertizo cubierto con láminas de metal, donde se extendía una lona en el suelo para dormir. «Dormíamos como taquitos, como cucharita. Éramos más de 200, y solo había una cobija para diez», declaró un grupo de sobrevivientes.

El día a día del entrenamiento incluía ejercicios con llantas de automóvil, pasos pecho tierra bajo alambres de púas a 30 centímetros del suelo, y simulaciones de combate. El premio para cualquier falla era la muerte. «Si alguien cometía un error, lo mataban ahí mismo. Algunos no soportaban el entrenamiento, se caían, se quejaban, y también los mataban», declaró Navarro.

Aparte de los ejercicios físicos, se les forzaba a participar en entrenamientos con armas de paintball. Aunque recibían comida y agua, el dinero que supuestamente obtenían se les descontaba para cubrir supuestos costos de alimentación o limpieza de ropa.

Las etapas de la «escuelita del terror»

El proceso de entrenamiento se dividía en etapas. La fase inicial de entrenamiento básico era llamada «el kinder». Si superabas esta etapa la permanencia aún no estaba asegurada: solo significaba que serías enviado a una zona mucho más peligrosa.

«Cuando librabas el kinder, te mandaban a Zacatecas o Michoacán, a la guerrilla. Ahí te enfrentabas a situaciones reales», explicó Navarro. Los jóvenes trasladados a estas regiones eran combatientes sin experiencia y los ponían en las primeras líneas, donde cargaban sobre sus hombros un alto porcentaje de morir. Los sobrevivientes eran trasladados al segundo nivel, conocido como «la escuelita del terror», situada a unas cuatro horas y media de Guadalajara. En ese lugar, el adiestramiento era impartido por exmilitares mexicanos y colombianos, y las armas ya no eran de paintball, sino proyectiles congelados, capaces de penetrar la piel y matar.

Quienes finalizaban esta fase eran considerados elementos útiles para el grupo delictivo y enviados a zonas controladas por mandos superiores. «Los mandaban a la sierra, donde ya no había comunicación. Solo usaban radios. De 200, sobrevivían alrededor de 30», dijo Navarro.

La negligencia de las autoridades

A pesar de que el colectivo Guerreros Buscadores de Jalisco había alertado sobre las actividades en este predio desde septiembre de 2024, las autoridades locales solo acudieron al lugar en marzo de 2025. En ese intervalo de seis meses, el colectivo hizo un llamado a través de su página de Facebook para que los jóvenes no cayeran en el engaño del CJNG.

«Por favor, no caigan en los engaños de la delincuencia organizada, que les ofrece ‘trabajo’ con la promesa de ganar mucho dinero sin importar si tienen o no experiencia laboral», advertía el mensaje.

Cuando finalmente intervinieron las autoridades, solo detuvieron a 10 hombres acusados de portación de armas de grueso calibre y reportaron haber encontrado el cuerpo de una sola persona. La Fiscalía Estatal de Jalisco incluso indicó que no había más rastros de actividad criminal en el lugar.

Sin embargo, cuando el colectivo regresó el 5 de marzo de 2025, pudo ingresar tras una denuncia anónima y descubrió que el inmueble no tenía sellos, no estaba clausurado y la puerta estaba abierta. Una de las buscadoras identificó que su hijo había estado en ese lugar por la ropa que encontró entre los cientos de prendas.

Un crimen que refleja la crisis nacional

Este caso es solo una muestra de la crisis de desapariciones que afecta a México. Según datos de la Comisión Nacional de Búsqueda, en Jalisco hay 15 mil personas no localizadas o desaparecidas, mientras que a nivel nacional la cifra asciende a unos 110 mil desaparecidos, la mayoría desde 2006, cuando el gobierno federal declaró la guerra al narcotráfico. Solo en 2024, la cifra ascendió a 13,627 víctimas.

El «rancho del terror» de Teuchitlán, como ahora se le conoce, evidencia tanto la sofisticación de los métodos del CJNG como la grave crisis humanitaria que atraviesa México, donde los jóvenes que buscan oportunidades laborales se convierten en víctimas de la violencia organizada, mientras las autoridades frecuentemente actúan con retraso o indiferencia ante este flagelo.

Comparte la noticia:

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Otras Noticias que podrían interesarte