Entre las diez grandes amenazas que se ciernen sobre el mundo para los próximos años, el Informe de Riesgos Globales 2023 del Foro Económico Mundial destaca el cambio climático y la deuda. Las acometidas del primero, el cambio climático, ya se dejan sentir en el rastro mortífero de las constantes sequías, inundaciones y el creciente estrés hídrico que pone en jaque y amenaza los procesos agrícolas y la producción alimentaria global: diversos estudios confirman la disminución en los rendimientos de los cultivos y la baja en el volumen y valor nutricional ocasionada por las repetitivas y elevadas olas de calor.
Por su parte, el pago de las enormes deudas deja sin los recursos financieros a las naciones que más precisan de ellos para acometer la adaptación y la mitigación de los daños ocasionados por la crisis climática global. En el presente, de los 69 países más pobres, 29 de ellos luchan contra el peso de una enorme deuda y las amenazas resultantes de múltiples vulnerabilidades climáticas.
Ambos desafíos han mostrados sus colmillos en nuestro país. Ni las acometidas del cambio climático ni la potencial crisis de la deuda son elementos ajenos al escenario panameño: mas bien son dos de los muchos problemas que permanecen fuera del radar de un hacer político empecinado en luchas intestinas por cuotas de poder y concentrado en las lacras individuales de personajes insignificantes, con más ínfulas que talentos, e incapaces de superar sus propias miserias y de construir un liderazgo genuino y efectivo.
El mundo no puede permitirse la inacción ante la superposición de la deuda pública y el cambio climático, asevera otro estudio pertinente. Irresponsablemente, la casta gobernante no está pendiente de las señales que asoman en el horizonte ni de forjar los planes necesarios para hacer frente a las amenazas que trae el porvenir. Como es la costumbre: no están a la altura de los tiempos.