Iconoclasia

Ruinas de los Budas de Bamiyán. Wiki Commons.

La iconoclasia definida como «doctrina de los iconoclastas» y que se ha puesto de moda con los conflictos raciales suscitados por el movimiento Black Lives Matter o #BLM, ni es nueva, ni moderna, ni exclusiva. Todas esas prácticas pueden ser incluidas dentro del término damnatio memoriae,  locución latina que significa ‘condena de la memoria’.

Ya en el antiguo Egipto la usaban. Algunos de los faraones trataron de ser borrados de los anales de la historia por sus sucesores. Semerjet, faraón de la I dinastía, borró el nombre de su predecesor, Adyib, de los monumentos y de los archivos. La misma suerte sufrió la faraón Hatshepsut, ya que su sobrino y sucesor, Tutmosis III, la acusó de usurpadora.

Y cuando Akenatón, el décimo faraón de la 18a. dinastía, murió, los sacerdotes de los dioses que él había depuesto redujeron a escombros una ciudad completa, Tell El Amarna, la ciudad de Akenatón, además de borrar a punta de cincel su nombre de los monumentos en otros lugares.

La antigua Roma también practicaba el olvido de los enemigos del Estado cuando estos morían. Cuando el Senado romano decretaba la abolitio nominis, (abolición del nombre), se procedía a eliminar imágenes, monumentos, inscripciones, monedas e incluso se llegó a prohibir el uso del nombre del condenado. Tres emperadores fueron condenados a esta pena póstuma: Domiciano, Publio Septimio Geta y Maximiano.

El emperador Constantino, que legalizó el cristianismo en el Imperio Romano en el año 313, promulgó en el mismo Edicto de Milán que «Ningún hombre será privado de la completa tolerancia«. Pero lo cierto es que, al poco tiempo de la legalización del cristianismo, los perseguidos se convirtieron en perseguidores y cientos de templos paganos fueron presos de las llamas y sus sacerdotes y sus fieles asesinados en nombre de Dios.

Durante el siglo IV d. C., el cristianismo ganó muchos adeptos en el seno del Imperio y en el Senado existían dos facciones enfrentadas, una que apoyaba la nueva secta cristiana y otra que se aferraba al paganismo. Este conflicto provocó la Guerra de las estatuas respecto al destino de una estatua de la diosa Victoria que desde el siglo II a.C. estuvo colocada en el edificio del Senado.

La estatua de una mujer semidesnuda y alada, sosteniendo una palma y una corona de laurel ofendía entonces a los senadores cristianos. Bajo Constancio II, hijo de Constantino, la estatua de la Victoria fue desalojada del senado. Juliano el Apóstata la volvió a colocar. Graciano la sacó. En el 384, con Valentiniano II, la volvieron a meter. San Ambrosio logra sacarla de nuevo provocando casi una rebelión. Y bajo Eugenio, vuelve la Victoria al senado. No es hasta el 394, con Teodosio, cuando el cristianismo conquista totalmente el Senado y Nike es desterrada para siempre.

A medida que el cristianismo se afianzaba en el territorio del imperio romano la sustitución de símbolos paganos por cristianos se hacía de grado o por la fuerza, incluso con violencia y a costa de vidas humanas. En 385 d.C. hordas de cristianos enardecidos entraron en el templo de Atenea en Palmira y quebraron la estatua, decapitándola y desmembrándola. En aquellos tiempos convulsos llegaron a destruirse maravillas como la biblioteca de Alejandría en el año 391, cuando los cristianos dirigidos por Teófilo le prendieron fuego.

Pero el triunfo del cristianismo no implicó automáticamente la detención de las luchas en esta eterna guerra iconoclástica.

?Etimológicamente un iconoclasta es quien destruye pinturas o esculturas sagradas (iconos) y el término aparece en la historia por primera vez en el siglo VIII bajo el imperio de León III, quien prohibió en el 726 la veneración de las imágenes de Cristo, la Virgen y los santos. Los iconoclastas declararon la guerra abierta contra las imágenes cristianas, destruyendo todas las que caían en sus manos y persiguiendo a iconódulos, aquellos que aún las veneraban. Tras el segundo concilio de Nicea en 787 se aceptó la veneración, que no adoración, de los iconos sagrados.

Pero, aún con la aquiescencia conciliar, el emperador León V y los siguientes emperadores hasta Teófilo mantuvieron las luchas intestinas entre “imagineclastas” e “imagineródulos”, hasta que en el 843, la emperatriz Teodora  proclamó la restauración de iconos.

Dentro de la historia cristiana de occidente podemos encontrar otra etapa de iconoclasia durante la conquista de América. Los conquistadores y los padres que los acompañaban destruyeron miles de imágenes de los dioses aborígenes para substituirlas por las de los elementos de adoración cristiana.

También en el antiguo Testamento leemos en varias partes la destrucción ordenada por Yahvé de imágenes, esculturas y templos dedicados a cualquier dios que no fuera el dios de Israel.

Mahoma en el Corán prohibió el crear imágenes divinas y prohíbe expresamente la representación de figuras humanas en las mezquitas; aunque no existe en el islam un veto general del uso de la figura humana en otros ámbitos, lo cierto es que, en nombre de Alá, se han destruido muchas obras de arte invaluables; sin duda, todos recordamos el bombardeo de las esculturas de los budas de Bamiyán.

En la antigua URSS se utilizó la damnatio memoriae contra Trotsky, Bujarin o Zinóviev, entre otros, por considerarlos enemigos del régimen. En Argentina trataron de borrar la memoria de Juan Domingo Perón y de Eva Perón tumbando esculturas y cambiando el nombre a edificios, avenidas calles y plazas. Lo mismo han hecho desde hace unos años con el nombre y las estatuas de Francisco Franco en España a través de la Ley de Memoria Histórica.

El defenestramiento de monumentos continúa, hoy en día liderado por el movimiento Black Lives Matter que ya ha dañado esculturas de Isabel la Católica, Fray Junípero Serra, Colón o Cervantes, entre otros, y ahora ha señalado a su siguiente objetivo: Jesucristo.

El escritor y activista de BLM, Shaun King afirmó en su cuenta de Twitter hace unos días: “Sí, creo que las estatuas del europeo blanco que ellos dicen que es Jesús deben caer. Son una forma de supremacía blanca. Creadas como herramientas de opresión. Propaganda racista”.*

*Traducción por la autora.

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