El Niágara en bicicleta

El panorama de Panamá presenta desafíos monumentales que exigen esfuerzos y sacrificios colectivos. Sin embargo, resulta injusto demandar más sacrificios a un pueblo que ha soportado durante décadas el peso del derroche y la mala administración estatal. La historia reciente ha demostrado cómo los gobernantes y altos funcionarios han disfrutado de vidas de privilegio, financiadas con recursos públicos, mientras la ciudadanía se enfrentaba a dificultades económicas y sociales, solo como espectadores mientras una reducida casta se hartaba con los dineros de todos.

El futuro inmediato de Panamá no parece prometedor. La crisis económica y social que se avecina requiere, ante todo, un cambio en la forma de gobernar. Es imperativo que los líderes den ejemplo y pongan fin a los excesos y despilfarros. La responsabilidad en la administración del Estado no es solo una obligación ética, sino una necesidad urgente para evitar hipotecar el futuro de las próximas generaciones. Los tiempos de fiesta y derroche deben terminar, pues mantenerlos solo profundizará la crisis y el descontento social.

En conclusión, Panamá se encuentra en una encrucijada donde es indispensable adoptar una gestión estatal responsable y ejemplar. Solo a través de un liderazgo ético y comprometido se podrá contar con el apoyo de una ciudadanía ya extremadamente golpeada por la crisis de los últimos años. La fiesta ha terminado, y es hora de trabajar juntos por un futuro sostenible y justo.

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