En un grupo de países latinoamericanos, aproximadamente el 70 por ciento de los empleos generados en los últimos meses son en condiciones de informalidad, según apunta el estudio Empleo e informalidad en América Latina y el Caribe: una recuperación insuficiente y desigual”. “Se trata de empleos que generalmente son inestables, con bajos salarios, sin protección social ni derechos”, advierte Vinícius Pinheiro, director de la Organización Internacional del Trabajo para América Latina y el Caribe.
En el peor momento de la crisis del Covid-19, entre el primer y segundo trimestre de 2020, se perdieron 43 millones de empleos. En el posterior proceso de recuperación, hasta el primer trimestre de 2021 solamente se recuperaron 29 millones. El 30 por ciento de los puestos de trabajo perdidos permanecen sin recuperarse.
El mencionado estudio destaca que los más afectados por la contracción laboral y de los ingresos son las mujeres, los jóvenes y las personas de menores calificaciones. Para el primer trimestre de este año 32 millones de personas en el área latinoamericana buscaban empleo infructuosamente.
El panorama de la recuperación no pinta mejor en nuestro país, que sufrió la pérdida de 289 mil empleos y la cuarta peor contracción económica a nivel mundial durante el 2020. Según el estudio “Evolución, situación y perspectivas del mercado laboral”, en una economía que genera 45 mil plazas de trabajo anuales, según registros del 2014 al 2019, tomará más de 6 años recuperar todo lo perdido. Advierte, además, que “los contratos laborales suspendidos no se van a reactivar si no se reactiva la economía”. Destaca, también, que la pandemia eliminó el 15 por ciento de todos los empleos del país y borró 15 años de generación de plazas de trabajo formales por parte del sector privado.
Los retos para la economía del país son urgentes y descomunales y reclaman, de todos- ciudadanos y gobernantes- superar las diferencias y aunar esfuerzos para salir de la crisis. Y ante las actuaciones, durante toda esta pandemia, de quienes llevan las riendas del Estado, cualquier desconfianza ciudadana resulta justificada. ¿Estarán dispuestos quienes gobiernan a deponer intereses inconfesables para rectificar el rumbo y cumplir con las funciones que el deber impone? De no hacerlo se verán superados, muy pronto, por un pueblo cuyo despertar, harto de tantas componendas y corrupción, podría tomar caminos no muy gratos para todos.