Cuando Nayib Bukele decidió ser candidato para la alcaldía de San Salvador, apoyado por el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), venía de ser alcalde de un municipio llamado Nuevo Cuscatlán, muy pequeño para sus grandes aspiraciones. Bukele de la mano de la histórica siniestra salvadoreña llega a ser el alcalde de la capital. Esto ya era otra cosa. Su discurso para optar por esa plaza no dejaba espacio para la competencia. Bukele decía que iba a trabajar para los más necesitados y que lo haría gratis, renunciando inclusive a aquellos privilegios que por ley le correspondían. Su argumento era simple: los recursos municipales son sagrados. Lo mismo había hecho en la anterior pequeña alcaldía y también ahora que es presidente, es que a él lo material le es prescindible. Para alguien que no cree en los políticos, esto sería como encontrarse un submarino en el desierto, no sirve para nada, pero es algo extraordinario, por no decir, raro.
Bukele en el mejor sentido de la palabra es un bicho político, un tipo que deja su aburguesada vida para ir a tocarle las puertas al FMLN, con una oferta que la izquierda no podía rechazar. Una cara nueva, joven, guapo, heredero millonario y sin pasado político, que lo único que quería era vivir la experiencia. Sin formación y sin ser cuadro del FMLN el experimento funcionó. La alcaldía de Nuevo Cuscatlán le fue arrebatada al opositor Arena, en 2011 Bukele había llegado a la política con la fuerza de un volcán. El hombre va invicto, dos alcaldías y una presidencia. Nada mal para alguien que tenía por negocio y afición las motos, y como buen milenial las redes sociales.
Lo mejor que le pudo pasar fue que lo expulsaran del FMLN. Lejos de irse a lamer las heridas, se decidió por impulsar una propuesta política: Nuevas Ideas. No llegó a ser lo que había planeado, esa nueva idea debía esperar. Él tenía un objetivo: la presidencia. Sin partido ni plataforma llega a ser candidato por la Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), prácticamente en el último brinco. GANA con ADN de la Alianza Republicana Nacionalista (Arena), de derecha, termina siendo el trampolín que lleva a un exefemelenista, de izquierda, al poder. Así de tropical es nuestra política. Lo que le sirvió a este simpatizante de Trump y seguidor del Real Madrid le hubiera servido a cualquiera, solo tenía que pararse en medio de Arena y del FMLN, con eso bastaba. Mejor dicho, solo tenía que tomar distancia.
Arena y el FMLN llegaban vencidos, por 30 años habían sido los indiscutibles detentadores del poder. Arena por 20 años y el FMLN por 10 años fueron la ecuación perfecta para que el pueblo sacara sus cuentas, el resultado pura corrupción. Lo del efecto Bukele era cuestión de tiempo. Hoy tiene más apoyo y popularidad que cuando ganó las elecciones. El bipartidismo tenía hastiado al salvadoreño. Bukele, ordenado como siempre, traía el discurso preparado desde que fue alcalde la primera vez: “el dinero alcanza cuando nadie se lo roba”, con esta frase antiestablishment quedó en el top of mind de todos. Solo con decir basta de corrupción era suficiente. El Salvador un país donde hay expresidentes que han sido condenados e investigados por corrupción, que el presidente hable de transparencia y justicia es música.
Tiene apoyo, obvio, pero sobre todo tiene el control absoluto del poder. Nunca se había visto tanta concentración de fuerza en una sola persona. Pero es que Bukele no es cualquiera. Su estilo raya en el populismo, de derecha pero populismo al fin. Tiene de su lado al Ejército, al Parlamento y ahora, con una movida a tres bandas, se hizo del Judicial. ¿Qué le falta? El presidente más joven de América, con su cara de galán y su risa de niño con celular nuevo, ha dado un golpe de autoridad porque él cree que puede. Cuando David Frost le preguntó a Richard Nixon sobre su presidencia empañada por actos de corrupción, este respondió: “si lo hace el presidente, entonces no es ilegal”. Este parece ser el disfraz de Bukele que, arropado bajo el manto de una aparente democracia, piensa dedicar sus días a librar una batalla inédita, como dice él, a limpiar la casa.
“A nuestros amigos de la comunidad internacional: queremos trabajar con ustedes, comerciar, viajar, conocernos y ayudar en lo que podamos. Nuestras puertas están más abiertas que nunca. Pero con todo respeto: estamos limpiando nuestra casa… y eso no es de su incumbencia”, firma, Nayib Armando Bukele Ortez (NABO). De este tenor fueron sus palabras respondiendo a las críticas sobre la destitución de los magistrados y del fiscal general. Así de simple. Pero eso de que no es de la incumbencia de la comunidad internacional, no señor. Bukele apenas era un crío cuando la dictadura y un niño durante la guerra civil, poco menos que un adolescente cuando terminó y se firmaron los acuerdos de paz, pero debe saber que su dictadura y su guerra civil nos importaron, y mucho. Un poco más de humildad y menos soberbia no hacen daño. A dónde cree este príncipe que fueron a parar los desplazados salvadoreños, los que huían de la muerte. Nos importa El Salvador hoy tanto como en el pasado, y después de ver lo que está pasando más. Sí es de nuestra incumbencia, él podrá estar haciendo lo que cree es bueno para construir la nueva El Salvador, está bien, pero así no se hace.
“Así no se hace”, dijo Juan González, asesor de Joe Biden para América Latina como director para el Hemisferio Occidental del Consejo de Seguridad Nacional, sobre lo que pasó en El Salvador. Es que ya eso lo hemos visto, esto no es nuevo. Bukele quiere ser el salvador de El Salvador, podrá tener el apoyo del pueblo, suele pasar; del Ejército, también ha pasado, y todas las instituciones y órganos del Estado a sus pies, pero si no es respetuoso de la independencia de los poderes constituidos, peligro, esas locas “nuevas ideas” ya las hemos visto calentando otras cabezas. ¿Quién se atreverá a contradecirle? ¿Qué viene ahora? Una reforma para que el príncipe pueda sin límites seguir gobernando, puede ser.
Bukele con su partido controla El Salvador, con GANA llegó a ser presidente, pero con Nuevas Ideas es el jefe. Desde la Asamblea Bukele con Nuevas Ideas podría suspender las garantías constitucionales y hasta decretar la guerra. Y ya vimos el primer coletazo, sus diputados en alegre alianza cambiaron la Corte y al fiscal general. También si les provoca podrían hasta posponer las elecciones presidenciales. Esto tampoco es nuevo, puede que lo apoyen, no tengo duda de eso, pero quién querría trabajar con un gobierno así. Con un presidente impetuoso que ha marcado su territorio poniendo en jaque a la institucionalidad.
Bukele tiene todo el tiempo del mundo, es joven, pero su presidencia tiene los días contados. En El Salvador no hay reelección y su periodo acaba en el 2024. La democracia pone límites, tiempos, pautas y él lo quiere atropellar todo. Con un capital político descomunal sus acciones no tienen lógica, él no tiene oposición cuando todo lo que ha hecho se lo han celebrado. El pueblo no sabe la diferencia entre justicia y venganza, hoy todo lo ve como una venganza. Esto tampoco es nuevo. Bukele desde que inició sus andares políticos jamás se ha dejado manipular, criticó al FMLN duramente y eso le costó la expulsión. Todo lo centraliza a su manera, ese es su estilo. Ahí está el peligro, de eso al autoritarismo un paso, y ya Bukele ha dado varios. Ojalá me equivoque y estemos viendo el nacimiento de un adalid, el “mesías” que el pueblo espera. El Arturo que reine en la paz como en la guerra. Tengo mis reservas. Una casa no se puede limpiar a punta de espada. En una noche de insomnio El Salvador bien podría pasar del encanto al espanto, y su príncipe dejaría de ser azul para convertirse en un príncipe enano.