El objetivo a nivel global es alcanzar la inmunidad colectiva para finalmente ponerle freno a la pandemia. Sin embargo, resulta cada vez más evidente que a dicho meta no se llegará este año. Según la filántropa norteamericana Melinda Gates, “no será hasta algún momento de 2022 cuando tengamos inmunidad colectiva total”.
En ese diagnóstico coincide también la Organización Mundial de la Salud (OMS), que ya en enero advirtió que las campañas de vacunación no serán suficientes para garantizar la inmunidad colectiva en 2021. Según estimaciones hechas a principios de este año, más de mil 900 millones de personas- casi un 25 por ciento de la población- no tendrán acceso a las vacunas antes del 2022.
En este escenario, las nuevas cepas son la principal preocupación de los expertos. En un panel en el que participaron mil 750 científicos de 124 países, se advirtió que el aumento de la transmisión del virus multiplica las posibilidades de que aparezca una nueva variante del SARS-Cov-2. Hasta ahora, las nuevas cepas se asocian a una mayor transmisibilidad; ninguna resulta con una mayor gravedad de la enfermedad. Sin embargo, un aumento desbocado de los casos y las hospitalizaciones se convertiría en un grave problema dado que los sistemas sanitarios resultarían empujados, nuevamente, al límite de sus capacidades…o podrían colapsar provocando una crisis sanitaria sin precedente ahí donde ocurra.
Entonces, no queda sino persistir. Mientras no alcancemos la tan añorada “inmunidad de rebaño”, se impone continuar con el uso de las mascarillas, el lavado frecuente de manos y el distanciamiento social, además de seguir con las medidas preventivas relacionadas a la burbuja familiar.
Es comprensible que a un año de tensiones y sometidos a las permanentes rutinas impuestas, aparezca la fatiga y el cansancio generalizado. Pero no podemos descuidarnos y aflojar las precauciones: ello podría abrir la puerta de la oportunidad para una nueva y temible ola de contagios, cuya magnitud y gravedad nadie puede calcular.
