Pasada la pandemia del Covid-19, las posibilidades de repetidas e intensas explosiones sociales alrededor del mundo adquieren mayor fuerza según diversos estudios que señalan como detonantes a problemas endémicos como la desigualdad, la falta de credibilidad de las instituciones, la corrupción, una creciente percepción de injusticia, la incapacidad de los gobiernos para resolver los problemas acuciantes, entre muchos otros. “Desde la plaga de Justiniano en el siglo VI y la Peste Negra del siglo XIV hasta la gripe española del 1918, la historia está trufada de ejemplos de epidemias que tienen fuertes repercusiones sociales: transforman la política, subvierten el orden social y provocan estallidos sociales”, advierte el informe Las repercusiones sociales de las Pandemias, publicado en enero del 2021.
Otro estudio titulado Cómo las pandemias conducen a la desesperación y al malestar social, publicado en 2020, indica que “las epidemias severas que provocan elevada mortalidad aumentan el riesgo de disturbios y manifestaciones antigubernamentales” y señala, además, que estos “eventos pandémicos generan un riesgo de desorden civil significativamente más elevado después de 14 meses”. Ambos estudios coinciden que entre más graves sean las pandemias y sus consecuencias, mayores serán las tensiones y la magnitud del descontento popular.
Las distintas y cada vez más numerosas manifestaciones populares que durante las últimas semanas han cerrado calles exigiendo el suministro eficiente de agua, es un fugaz vislumbre de lo que se avecina en el país. Ante la incompetencia de funcionarios que no brindan soluciones y de una administración gubernamental que no demuestra interés en suplir los servicios mínimos que la población requiere, el descontento generalizado no hará sino acrecentarse hasta culminar en otra explosión popular que superará en proporciones a las de julio del año pasado. A los problemas que entonces encendieron la mecha, luego de casi un año se han sumado muchos otros de vieja data gracias a la desidia de un gobierno que vive de espaldas al país.