Los 36 meses que lleva este periodo constitucional podrían muy fácil encabezar el “ranking” de los días donde más protestas se han registrado en los últimos 15 años.
Solo una mirada superficial a las redes sociales alimenta la percepción de que el gobierno tiene muy poco respaldo entre la población. Pero, ¿se trata solo de un espejismo digital o estamos frente a un real descontento generalizado? Y sí es así, ¿podríamos estar a las puertas de un estallido social?
El 1 de julio de 2022, el gobierno de Laurentino Cortizo llegó a su tercer cumpleaños asediado por una cadena de protestas que, para colmo, hacen evidente que esas quejas fueron ignoradas o mal atendidas, en el mejor de los casos.
La última semana de junio de este año, surgieron protestas de transportistas y docentes en Chiriquí, que pedían congelar los precios del combustible en todo el país; una solicitud que terminó por sumar grupos en otras provincias y en la capital, donde simultáneamente otros grupos hacían sus propias convocatorias con las mismas banderas.
El gobierno logró, al filo de la fecha del discurso del presidente en su tercer aniversario como mandatario, un acuerdo con los transportistas; pero, ese acuerdo no satisfizo a toda población y como consecuencia las protestas han continuado, extendiéndose ahora a la provincia de Veraguas y a la región de Azuero.
El clima empezó a calentarse desde inicios de mayo. Una huelga general explotó en la ciudad de Colón, en el extremo norte del Canal de Panamá, y duró tres semanas, dejó perdidas calculadas en 180 millones de dólares y terminó sin que se sepa- a ciencia cierta- cuales fueron los compromisos del gobierno. En esa ciudad, bañada por el mar Caribe, también se exigía una medida frente al alza en los precios de los combustibles.
La percepción que parece regir es que la población no logrará atención de parte del gobierno sin acciones de presión. Un reciente estudio sociológico, al que Destino Panamá tuvo acceso plantea que “en el imaginario de los panameños disminuye la percepción del Gobierno como una unidad administrativa con capacidad de resolver problemas”.
En ese estudio se traza una clara radiografía de lo que podríamos considerar el descontento de la sociedad panameña que, en 2022, concita una acumulación de sinsabores que vienen desde hace 15 años. “Los órganos del Estado tienen una baja percepción ciudadana en los últimos tres gobiernos: el poder judicial y el legislativo pierden espacio, de manera sostenida, en la credibilidad y el imaginario ciudadano”, concluye el documento.
Además de estos daños, que cumplen el rol de antecedentes de la coyuntura actual, el manejo de la crisis por la pandemia terminó sumando los ingredientes de “falta de transparencia, potenciación del clientelismo político” y la percepción de que estamos en una suerte de “crisis de gobernabilidad”, según el citado estudio.
¿Y … El estallido?
Para los sociólogos ese escenario requiere de un elemento esencial, “un estallido social requiere organización”, explica el analista Víctor Jaramillo Núñez, “una cara visible que convoque y organice”, añade el experto. Algo que por el momento no se ve en la realidad del país canalero.
Según Jaramillo Núñez, estamos más cerca de un escenario de expresiones aisladas, “movilizaciones anárquicas, masas inconformes con poca o nula dirección”. Un ejemplo, las protestas de Colón, en mayo, y las de Chiriquí, en junio, no lograron coordinarse entre sí y menos sumar al resto de los inconformes en el país por el mismo tema. Una especie de acuerdo para el desacuerdo.
La falta de esa figura que concite y guíe la insatisfacción, hace que la población sienta que se diluyen las posibilidades de lograr transformaciones reales en el sistema y desde la ciudadanía; “las protestas, aunque continuas, no tiene un punto de convergencia que impulse reformas profundas al régimen político y la dinámica institucional”, explica el documento citado. En pocas palabras, según ese análisis, nos queda un árido camino de 2 años en los que el descontento seguirá acumulándose y generando protestas cada vez más frecuentes e intensas.
La población intentará generar un viraje dramático de la dirección del país a través de las elecciones de 2024; un proceso que tendrá que superar las amenazas de un clientelismo fuera de control y sortear los vicios de la manipulación a través del poder económico. ¿Será posible? …