Con la Ley 291 del 31 de marzo de 2022, “se declara el 20 de diciembre de cada año como día de duelo nacional con motivo de la conmemoración de los caídos del 20 de diciembre.” Pero, por el desgarrador y trágico significado de la fecha, los esfuerzos deberían apuntar más allá.
Hoy se cumplen 33 años de la traumática invasión que los Estados Unidos ejecutó en nuestro país con la excusa de capturar al narco dictador que llevaba, en ese momento, las riendas. Un evento que aún constituye un trauma en la conciencia nacional por su imponente cuota de violencia, sangre, muerte y, sobre todo, por el pesado manto de olvido con que el transcurso del tiempo le ha cubierto.
Olvido que resulta una afrenta para todos los panameños que perdieron la vida en aquella infausta fecha sin que, hasta el presente, exista un informe o recuento detallado de la cifra exacta de los caídos: con nombres y apellidos. Y ofensivo que, a tantos años de la tragedia, la crónica detallada de esa invasión aún no sea incorporada a los textos históricos ni transmitida a la generación actual comprendida entre los 30 y los 40 años. Una joven generación que merece estar al tanto de aquellos hechos para comprender el origen del país que les ha tocado y, además, con los fundamentos históricos recientes que le permita reconocer a los cómplices que serpentearon a lo largo de la dictadura y que, luego de sobrevivir a ella, pretenden pintarse como acérrimos defensores de unos valores democráticos asumidos por calculadas conveniencias.
El 20 de diciembre quedó marcada como una fecha fatídica para nuestra nación: más fatídica aún por todas las tareas pendientes en torno a ella.