Cuando en octubre pasado viajó al espacio en un cohete de Blue Origin, el actor canadiense de 90 años, William Shatner -el inolvidable capitán Kirk de la clásica Star Trek- ni siquiera sospechó que encarnaría un nuevo símbolo a partir del momento: el del pasado montándose en el futuro y elevándose por encima de todo lo conocido para acercarse a las estrellas fuera de los límites cotidianos del planeta Tierra. No era necesario actuar más: durante esa breve travesía, Shatner fue en realidad el mítico capitán del Enterprise; aunque sin Spock a su lado, ciertamente.
El punto de quiebre que ha significado la pandemia, abrió repentinamente las puertas y el futuro irrumpió de golpe. Conceptos y tecnologías muy lejanas en la bruma del porvenir, de repente se hicieron presentes y reconfiguraron la realidad conocida hasta poco antes de aparecer la covid-19. Inteligencia artificial, realidad aumentada, realidad virtual, blockchain, 5G, internet de las cosas (IoT), machine learning y muchos otros que, hasta entonces, sólo poblaban el nutrido imaginario de la ciencia ficción, se tomaron el mundo iniciando un proceso de transformación imponente y sin vuelta atrás.
América Latina no será ajena a este apabullante proceso de reconfiguración del cual nada ni nadie podrá sustraerse. Según se desprende del estudio FutureScape: industria del TI mundial, para el año 2023, el 80 por ciento de las empresas de la región utilizará servicios relacionados con la nube y se valdrá de inteligencia artificial para gestionar, optimizar y proteger el enorme caudal de datos generados en sus actividades. Por otra parte, durante 2021, el mercado latinoamericano de las tecnologías de la información (TI) creció un 8.5 por ciento, mientras se espera que para el 2022 esta cifra sea de 9.4 por ciento. Las TI se han convertido en un motor económico en el área, por lo que se prevé que el gasto en software de gestión de datos, entre otros renglones tecnológicos, crecerá en un 16 por ciento durante los próximos cinco años.
La irrupción del nuevo coronavirus no sólo significó trabajo remoto, educación online, salud digital y comercio en línea; también puso sobre el tapete que las empresas y naciones que mejor se integren a la imparable revolución digital serán las que mayores posibilidades tendrán para escalar a mejores niveles de desarrollo y prosperidad. Y en esta carrera de integración nuestro país parece no llevar todas las de ganar: mientras naciones vecinas resultan más atractivas para el establecimiento de las subsidiarias de los gigantes tecnológicos que les generan decenas de miles de puestos de trabajo y cientos de miles de millones en inversión extranjera directa, nuestros gobernantes se ufanan anunciando la llegada de dos multinacionales que, en conjunto, crearán 30 plazas de empleo.
Sin una mano de obra calificada, sin una educación tecnológica de excelencia y sin ingenieros ni profesionales capaces de medirse con los mejores, nuestro ingreso a la economía del conocimiento no pasará de ser un sueño vano y frágil, sin posibilidades de realizarse. Shatner concretó su sueño a bordo del cohete New Shepard; ¿será que una educación de niveles extraordinarios nos llevará a alcanzar el nuestro?