Historia de la educación I

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A pesar de que este año 2020 ha sido extraño y todo ha quedado trastocado por la pandemia que aún no hemos terminado de pasar, la educación no se ha detenido y a trancas y barrancas, los muchachos y sus padres se han esforzado por sacar adelante sus materias y pasar de año usando herramientas novedosas y métodos de enseñanza que hasta ahora apenas solo habían sido, si es que se usaban, un apoyo para la educación tradicional.

Los problemas educativos no son cosa moderna y desde hace siglos encontramos quejas sobre los alumnos y las deficiencias educativas. Platón se quejaba amargamente de la actitud irrespetuosa de los jovenzuelos atenienses que “(..) faltan al respeto a sus mayores, desobedecen a sus padres. Desdeñan la ley. Se rebelan en las calles inflamados de ideas descabelladas. Su moral está decayendo. ¿Qué va a ser de ellos?”

Aristóteles abunda en el tema y nos retrata a una nueva generación que perfectamente puede ser la actual: “Los jóvenes de hoy no tienen control y están siempre de mal humor. Han perdido el respeto a los mayores, no saben lo que es la educación y carecen de toda moral.”

En el libro Sobre la estupidez, el poeta romano Horacio, que se describía a sí mismo como ‘un porquero en la piara de Epicuro’, se refiere a los insultos y las ofensas que deben soportar los maestros ante la indiferencia de los padres con sus retoños.

Tal y como dice magistralmente Henri-Irénée Marrou en su obra Historia de la educación en la antigüedad: “Si se quisiera resumir esta compleja evolución en una fórmula simple, yo diría que la historia de la educación antigua refleja el tránsito progresivo de una cultura de nobles guerreros, a otra de escribas. Hay civilizaciones refinadas y maduras sobre las cuales gravitan pesadamente los recuerdos del pasado, registrados bajo forma escrita. Su educación está por consiguiente, basada en la escritura: son las «gentes del libro», ahl el kitab, como dice El Corán para designar a los judíos y cristianos, con una mezcla de respeto y asombro. Y hay, por el contrario, civilizaciones bárbaras, como era precisamente la de Arabia en tiempos del Profeta, cuya clase superior está representada por una aristocracia de guerreros y cuya educación es de tipo fundamentalmente militar, orientada hacia la formación del carácter, el desarrollo de la fuerza física y la destreza, antes que al desarrollo de la inteligencia.

Toda la historia de la antigua educación griega constituye una lenta transición entre cultura de este último tipo a otra del primero. Captamos sus orígenes en una sociedad aún íntegramente impregnada de espíritu guerrero, ya partir de entonces, no obstante, aparece la obra en torno a la cual habrá de organizarse aquélla, siendo ya un libro, aun cuando esté consagrado a celebrar la gesta de los héroes: la Ilíada, de Homero. Desde muy temprano, por consiguiente, se introducen en esta cultura elementos literarios y, si se quiere, librescos (a pesar de que este libro fuera durante largo tiempo cantado o recitado, más que leído). Pero por otra parte, durante un período mucho más largo aún, constataremos en ella remarcables reminiscencias de sus orígenes guerreros y aristocráticos (principalmente en el puesto de honor que se reserva a la educación física y al deporte). Sólo en el último período de esta historia, cuando la fe cristiana se decide a organizar la cultura y la educación en torno del Libro por excelencia, la Biblia, fuente de todo saber y de toda vida, el letrado antiguo se convertirá definitivamente en escriba”.

Como vemos, es en este tránsito de una sociedad guerrera y seminómada a los asentamientos y la organización agrícola y comercial, donde se inicia el proceso de avance en la educación tal y como la conocemos hoy en día.

En Mesopotamia, según el historiador Samuel Noah Kramer en el libro La historia empieza en Sumer, la necesidad de pronosticar el clima para poder sembrar, y calcular los excedentes y los impuestos, hizo que allí se desarrollara la astronomía, la geometría y el cálculo. Como ya hemos dicho en otras entregas de La Historia Habla, fue a mediados del IV milenio a.C. cuando se desarrolló la escritura cuneiforme. Sobre tablillas de arcilla quedaron reflejados cálculos, medidas, costos y deudas, pero también ritos, mitos y profecías. Leyes, decretos y poesía.

La educación no era obligatoria, asistían los que podían pagarla, pero tampoco existían barreras sociales ni de género para recibirla. En ‘Las casas de las tabillas’ los alumnos estudiaban durante todo el día y recibían azotes si no cumplían sus tareas, pero la educación era una posibilidad real para acceder a puestos en la administración pública, en los templos y en palacio.

Vamos a ver ahora lo que Enrique Dussel nos cuenta en su libro El humanismo semita, acerca de la educación en Egipto, en el país del Nilo los papiros que han llegado a nosotros contenían himnos y cánticos sagrados, pero además versaban sobre conocimientos humanos tan dispares como por ejemplo cómo embalsamar, cómo preparar cerveza y cómo curar abscesos. Los egipcios utilizaron la educación para lograr medrar en la corte, y algunas tumbas de las más importantes que se han encontrado fueron la última morada de escribas.

En Egipto, como ahora, la enseñanza se dividía en primaria y secundaria, en las «Casas de instrucción» daban enseñanza elemental y recibían a los niños desde los seis años, estaba abierta a todos. Cuando terminaba este nivel, los que podían permitírselo o los más dotados, entraban a la ‘Escuela de los escribas’.

Veamos ahora cómo era la educación en dos ciudades estado de la Grecia clásica.

En Atenas sólo se educaban los varones pertenecientes a la élite social. Siguiendo el principio de que el individuo sólo es en relación con la polis, y que un ciudadano solo sirve si sirve al Estado, la educación trataba de elevar y perfeccionar a cada uno de los individuos que más tarde regirían el destino de las ciudades estado. La paideia, del griego ???????, «educación» o «formación», era no solo el proceso por el que se transmitía cierto tipo de conocimientos, sino, y sobre todo, el modo de inculcar valores y estaba garantizada por el Estado. Recordemos que esta educación estaba reservada a los ciudadanos, a los hombres que estaban exentos de trabajar para vivir y que se dedicaban tan solo a la guerra, cuando eran requeridos y a la participación en la política en el ágora, los metecos, los extranjeros o los artesanos y campesinos estaban desde luego apartados de ella. El modelo a seguir era Homero, cuyos héroes son el ideal de la kalokagathía (del griego kalós: bello, y de agathós: bueno) y el resto de los hombres deben imitar a los dioses y héroes. Desde luego, solo los aristoi, los mejores, pueden soñar con alcanzar eso.

Incluso el aprendizaje de habilidades manuales o la erudición en temas específicos como la medicina eran considerados por muchos como indignos de un ciudadano, hasta el oficio de maestro era desempeñado por extranjeros o por esclavos. Y el oficio de enseñar no era demasiado bien visto.

No es hasta Los trabajos y los días, de Hesíodo cuando se exalta el trabajo cotidiano y el quehacer de los artesanos y trabajadores que cumplen con su oficio día a día y permiten así que los aristoi puedan mantener la democracia de la polis y defenderla.

En  Esparta la educación iniciaba en el mismo momento del nacimiento, con la eugenesia. Los ancianos examinaban a cada uno de los recién nacidos y determinaban si sus taras le permitirían ser un ciudadano o ciudadana perfecta. De no ser así, el neonato era arrojado inmediatamente desde lo alto del monte Taigeto.

Los únicos que tenían derecho a educación eran los cerca de diez mil ciudadanos. Que eran los únicos que, además, tenían derechos. Los esclavos, desde luego, pero también los que se dedicaban a oficios manuales o agrícolas no tenían ningún derecho.

Si el niño sobrevivía a la revisión postnatal era criado por su madre hasta los siete años, cuando era entregado por esta a la polis a partir de ese momento el estado asumía su educación, ya que los hijos no eran propiedad de los que los engendraban sino de la polis, del Estado. La educación tal y como nosotros la entendemos era básica, apenas nociones de lectura y escritura, la memorización de la Ilíada y la Odisea, y a partir de ahí obediencia, disciplina, templanza, sobriedad, austeridad y resistencia al dolor. Maestría en la lucha y en el manejo de las armas. Educación para la guerra que formaba perfectos guerreros y guerreras.

 

Continuará en otra entrega de La Historia Habla

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