Por Alessandra Rosas .
Fin de semana de Fiestas Patrias. Soná de Veraguas. Sin estudiantes desfilando frente al portal de la casa, ni trompetas, ni batutas. De hecho, fue un desfile de aguas que diluviaron por cinco días seguidos, dejando estragos en distintas localidades.
Entre desayunos de regimiento, la búsqueda infructuosa de goteras en el techo y los cantos de números y letras del bingo familiar, también hubo tiempo de reflexionar acerca del tema que nos atañe esta mañana: la conservación de obras pictóricas en nuestro húmedo y tropical Panamá.
¿Crónica de una muerte anunciada?
Estuve recordando algunos casos que me llaman la atención, porque así como se inundan las calles o se tapan las alcantarillas con basura cada año cuando llegan las lluvias -como si no supiéramos que vienen-, así se han dejado perder algunas obras de interés público, como si no viéramos el lentísimo proceso de deterioro que frente a nosotros se fragua.
Me vino a la mente, justo por la cercanía familiar, mis fiestas patrias en Soná y todo lo que ya mencioné, que hace casi 12 años, en enero de 2013, me pusieron en conocimiento de que una obra -donación y autoría de la artista santiagueña, Melcina Rosas Jaén, al Patronato del Hospital Santo Tomás-, estaba gravemente deteriorada debido al comején de tierra que la había invadido desde hacía un tiempo.
La obra se exhibía en el vestíbulo principal del edificio de Especialidades y Emergencias, en una pared redondeada debajo de las escaleras de caracol. Medía 1.8m x 5.5m, ¡imponente!La obra se exhibía en el vestíbulo principal del edificio de Especialidades y Emergencias, en una pared redondeada debajo de las escaleras de caracol. Medía 1.8m x 5.5m, ¡imponente!
Se titulaba “Dos Mares”, representando las hermosas aguas azules que bañan nuestro país, desde la perspectiva y añoranza de quien ha dejado lejos su terruño.
Pero aquella fue otra crónica de una muerte anunciada. Cuando se emitió un diagnóstico de los daños, la obra sufría ya de “ataque grave de insectos xilófagos que han comido el soporte de madera, las tiras de marco dorado… y la tela misma de la obra, con daños de aproximadamente un 35%-40% del total del cuadro… daños son visibles en roturas, pérdidas, desprendimiento de la película pictórica, fragilidad extrema… sólo sobrevive la película pictórica…”
Melcina Rosas Jaén, artista plástica panameña, radicada en Nueva York
Detalle de la firma y fecha, se puede observar el marco dorado, el soporte de madera y la misma tela, todo ahuecado por el ataque de insectos xilófagos.
Cuando no somos capaces de tomar ciertas responsabilidades acerca de nuestro patrimonio, la naturaleza se hace cargo de ellas. No espera, no avisa.
Sin Bombos ni platillos.
Fueron largos los meses de correspondencia electrónica solicitando las fumigaciones adecuadas que nunca llegaron y los permisos de entrada para salvar aquellos mares que en otro tiempo vimos rugir a los pies de la patria y que ahora ya no conocían ni rumbo ni misión, porque en aquellos días, la administración consideró muy inoportuno que una artista y su restauradora entraran y salieran tomando fotos y pidiendo citas, por lo que tajantemente -con nombres y apellidos-, se nos prohibió la entrada al sitio.
Hubo que recurrir a la Ley de Derecho de Autor (cuya oficina pertenecía todavía al Ministerio de Comercio e Industrias) y ellos fueron no sólo céleres, sino precisos y detallados en su tarea de proteger el derecho de propiedad intelectual de Melcina, sin contar con precedentes, más bien, creándolos para futuras controversias de ese tipo en Panamá.
El derecho de propiedad intelectual rige sobre cualquier creación de la mente humana, en obras de carácter artístico, científico u otras y en este caso, se exigía nada más que lo justo: la conservación de una obra que recibieron en donación, cuyo deterioro aumentaba con el paso de los días.
Efectivamente, se logró mediante pelea legal -Estado contra Estado- y Resolución Nº 478 del 24 de noviembre de 2014, que nos permitieran entrar a ver la obra una vez más. La intención de Melcina era recuperar el lienzo y restituirle su dignidad, sin embargo, los insectos llevaban las de ganar y para cuando nos dejaron actuar, habían comido más de la mitad de la pintura.
Réquiem para “Dos Mares”.
“…hoy, con dolor, declaro “Dos Mares” una pintura efímera y la dono al tiempo para que se deshaga con cada segundo…” “…es alarmante ver que… fue devorado por un comején de tierra en la misma recepción de la sala de emergencia. ¿Falta de sanidad? ¿Falta de conciencia cultural? ¡Algo falta! Han dejado un cuadro… deteriorarse y morir de un cáncer de comején en este hospital”
…Esta es una nota mortuoria que le debo a mi cuadro. Un réquiem de palabras para defenderlo y darle su lugar en el espacio del tiempo y en mi historia de arte”.
Con este Réquiem escrito por Melcina Rosas en el Periódico La Prensa, el 14 de febrero de 2014, abro la reflexión acerca de patrimonio, de sentido de pertenencia, de orgullo de lo nuestro, que empieza por conocer eso que nos es propio y que nos representa; entender que las colecciones institucionales son de nuestros hijos y para el deleite de nuestros futuros nietos.
Este ha sido un caso que sentó precedentes legales, pero no deja de ser uno del montón. Hay que saber que es deber de quien posee la obra -institución o persona-, responsabilizarse por su bienestar y que el autor jamás pierde sus derechos sobre la misma, en caso de que las responsabilidades no se cumplan.
Melcina Rosas Jaén recuperó los restos de su lienzo en la primera mitad de 2015 y con ellos hizo una hoguera junto al Pacífico. “Dos Mares” se convirtió en cenizas y se las llevó el viento con la misma ligereza con la que fueron tomadas las decisiones que llevaron a su deterioro.
Se fue sin bombos, ni platillos… sin un reconocimiento por parte de la institución, sin disculpas, sin trompetas, ni batutas, como las fiestas Patrias que viví este año en Soná de Veraguas, viendo la lluvia caer.
Detalle de “Dos Mares” para cuando fue posible entrar a retirar la obra.
Artículo publicado en el periódico Panamá América, el 15 de mayo de 2015.