La dupla necesaria

La Real Academia Española define la palabra credibilidad como “cualidad de creíble”, es decir, todo aquello en lo que podemos creer sin un ápice de duda. Y para confiar, por su parte, dice que es “depositar en alguien, sin más seguridad que la buena fe y la opinión que de él se tiene, la hacienda el secreto o cualquier otra cosa”. Dos conceptos de vital importancia sobre los que se sostiene cualquier régimen democrático; porque, sin credibilidad ni confianza en las autoridades o en las instituciones, el único destino seguro de la democracia es el naufragio.

Según establece un estudio global llevado a cabo por el Centro para el Futuro de la Democracia de la Universidad de Cambridge, la insatisfacción de la gente con el sistema democrático alcanza niveles descomunales. Este alarmante descontento está presente en la mayoría de los 154 países que participaron del informe: desde el Reino Unido hasta Japón, pasando por Brasil, México, Australia y los Estados Unidos, entre otros. El descontento democrático ha aumentado de un tercio a un poco más de la mitad en los últimos 25 años.

Panamá no escapa a este decaimiento. Es tal el grado de descomposición del tejido institucional del país que resulta notoria la escasa confianza que profesa la ciudadanía y la poca credibilidad que le merecen tanto los gobernantes como las instituciones que, en teoría, sostienen al sistema político. Y sumergidos en este escenario dominado por la desconfianza y la incertidumbre, la indiferencia de todas las partes solo abona al desastre; porque para funcionar sin desgastes y como un motor perfectamente aceitado, la democracia requiere de la vigorosa presencia de ambos valores: credibilidad y confianza.

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