De las 700 toneladas de basura que a diario se producen en la ciudad capital, 280 van a parar a los océanos del país. Una cifra escalofriante que subraya la urgencia de disponer no sólo de la infraestructura, los equipos y de los procesos necesarios para su correcta disposición, sino también de lo necesario que resulta educar sobre las consecuencias de tan descomunal contaminación. A juicio del informe Problemas Ambientales de Panamá, la inadecuada gestión y manejo de los desechos sólidos ocupa el segundo lugar entre los problemas ambientales más graves que enfrenta el país, sólo superado por el deficiente ordenamiento territorial.
El río Juan Díaz es un claro ejemplo de la gravedad y la magnitud del problema. La rueda de agua que atrapa desechos sólidos flotantes en su cauce, hace unos pocos días recogió aproximadamente unas 2 mil 500 libras de basura plástica. Entre envases de desodorantes, zapatos, botellas de plástico, pelotas, foams, juguetes y hasta neveras, se recolectó un alarmante porcentaje de desechos que tardan hasta 400 años en degradarse.
Mientras a la gestión y efectiva disposición de los desechos no se le perciba como el problema prioritario que es, las calles y avenidas inundadas serán el escenario habitual después de cada pequeño aguacero; y las toneladas de basura flotante lanzadas desde los ríos al mar serán la marca en la frente que llevaremos como un constante recordatorio de la falencia que aqueja al país en educación medioambiental y de la desconsiderada relación que llevamos con la naturaleza.