El futuro comprometido.

Según las nuevas estimaciones del Banco Mundial, los estudiantes de América Latina y el Caribe han perdido entre uno y 1.8 años de aprendizaje a causa de la pandemia; los cierres de las escuelas del área figuran entre los más prolongados a nivel global. “Esta es la peor crisis educativa jamás vista en la región”, a juicio de Carlos Felipe Jaramillo, vicepresidente de esa institución, “y nos preocupa que podría tener consecuencias graves y duraderas para toda una generación, en especial entre los sectores más vulnerables”.

La “pobreza de aprendizaje” – que se define como el porcentaje de niños de 10 años incapaces de leer y comprender un simple relato- se estima superior al 62.5 por ciento, lo que aumenta en unos 7.6 millones más el ejército de los estudiantes afectados por esta deficiencia.

Además del altísimo nivel de deserción, las afectaciones por pandemia del Covid-19 se traducirán en el futuro en enormes pérdidas de educación, capital humano y productividad. Esto significa una pérdida de ingresos agregados a nivel regional superior a 1.7 billones de dólares. “No se trata de unos pocos estudiantes”, se queja Jean Gough, directora regional de UNICEF para América Latina y el Caribe, “sino de millones que corren el riesgo de quedarse atrás. Los programas de recuperación del aprendizaje a pequeña escala no serán suficientes. Para hacer frente a la crisis, necesitamos desarrollar e implementar sistemas de recuperación de aprendizaje a gran escala. Podemos invertir ahora o dejar atrás a toda una generación. La elección es nuestra”.

Lamentablemente, en Panamá, la decisión es dar la espalda a estas realidades. Porque, aunque se logró establecer una mesa de diálogo luego de la convulsión social de las últimas semanas, mesa en la que se negocia con indudable éxito las exigencias que provocaron las protestas, los educadores de las escuelas públicas insisten en castigar a los estudiantes privándoles de recibir la educación a la que tienen derecho. Cualquier logro que salga de la mesa en Penonomé y las invaluables lecciones democráticas surgidas del movimiento popular de las últimas semanas, quedarán disminuidas por la intransigencia de quienes optaron por insistir en un paro de labores que compromete el futuro de estas jóvenes generaciones.

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