Después de la Segunda Guerra Mundial la hambruna hincó sus dientes sobre Japón. Lo usual era toparse personas formadas en largas filas de hasta 20 y 30 metros, vistiendo harapos y tiritando de frío, a la espera de su turno para obtener un tazón de ramen. Éste -el ramen- es una sopa de fideos de trigo o arroz preparado con un caldo muy aromático, que lleva carne, pescado o hecha de vegetales y que se sirve en un cuenco para su consumo.
En su autobiografía titulada “La historia de la invención del ramen instantáneo”, Momofuku Ando confiesa que al ver esas filas pensó que unos simples fideos sin sabor no resolverían el problema del hambre. Obsesionado desde aquel momento con crear una sopa de fideos sabrosa, barata y simple de preparar, trabajó insistentemente y ejecutó cientos de ensayos en una cabaña de Osaka, hasta que en 1958 logró crear unos fideos que secados, empacados y rehidratados con agua estaban listos para su consumo a los tres minutos. Nacía en ese momento la sopa instantánea.
Momofuku Ando murió en el 2007, víctima de un paro cardíaco y se le recuerda, sobre todo, por revolucionar, en 1971, la manera de comer con otra creación: el Cup Noodle; raciones individuales de ramen instantáneo en un recipiente de cartón a los que con sólo agregar agua caliente quedaban listos para el consumo.
Por nuestros lares nadie inventa aún alguna sopa como la de Ando, que marque hitos históricos; pero no falta quienes pretendan, cada cinco años, convertirse en los autores creativos de la política instantánea. Algunos se atreven a más y pretenden crear candidaturas presidenciales instantáneas: sin una trayectoria consistente de contacto, in situ, con las grandes cuestiones nacionales. Con un absoluto desconocimiento de las fibras profundas de las masas nacionales, y después de largos silencios y ausencias, pretenden erigirse en los iluminados que las multitudes necesitan para salvarse.
Quien sólo piensa en la nación durante los períodos electorales, únicamente puede ofrecer lo que ya sobra en la historia patria: improvisación, demagogia y una absurda cuota de egos insustanciales; los tres elementos responsables de la mayor parte del desastre en el que ha vivido el país durante las últimas décadas.