En la madrugada de Kabul, talibanes y seguidores suyos celebraron ese momento histórico, doloroso para el presidente estadounidense Joe Biden, con disparos, fuegos de artificio y gritos de alegría.
«Hemos hecho historia», se congratuló Anas Haqqani, responsable del movimiento talibán, una vez los últimos soldados estadounidenses habían salido del país, culminando dos semanas de evacuaciones precipitadas, incluso caóticas.
«El último avión (de transporte militar) C-17 despegó del aeropuerto de Kabul el 30 de agosto» a las 19H29 GMT, justo antes de medianoche en Kabul, declaró el general Kenneth McKenzie, que dirige el comando central del que depende Afganistán en conferencia de prensa en Washington.
El embajador de Estados Unidos, Ross Wilson, y el general Chris Donahue fueron los últimos estadounidenses en embarcar al avión, indicó el Pentágono.
La retirada de Estados Unidos terminó 24 horas antes del fin del 31 de agosto, la fecha límite fijada por el presidente Joe Biden, que tiene previsto dirigir un discurso a los ciudadanos estadounidenses.
El Pentágono había admitido el lunes que no pudo evacuar a tantas personas de Afganistán como hubiera querido, un fracaso que despertó vivas críticas en la oposición republicana.
El presidente abandonó «a estadounidenses a la merced de terroristas», aseguró el líder de la minoría republicana en el Congreso, Kevin McCarthy.
El secretario de Estado Antony Blinken anunció la suspensión de su presencia diplomática en Afganistán y el traslado de las operaciones a Doha (Catar), desde donde seguirá «ayudando» a los entre 100 y 200 estadounidenses que estiman que se quedaron en el país.
También aseguró que Washington «trabajará» con los talibanes si estos cumplen sus promesas. «Cada paso que demos se basará no en lo que diga el gobierno talibán, sino en lo que haga para cumplir sus compromisos», aseveró.
– Puente aéreo gigante –
Desde el 14 de agosto, durante 18 días de evacuaciones contra reloj, más de 123.000 extranjeros y civiles fueron evacuados del aeropuerto de Kabul, indicó el Pentágono.
Estas riesgosas operaciones fueron enlutadas por un atentado suicida perpetrado el 26 de agosto por el brazo local del grupo Estado Islámico, que causó más de cien muertos, entre ellos 13 militares estadounidenses.
La precipitada retirada y evacuación se explica por la celeridad con la que los talibanes se hicieron con el poder en Afganistán, que sorprendió a Washington y sus aliados.
Los insurgentes aprovecharon el inicio de la retirada internacional en mayo para lanzar una ofensiva relámpago contra las fuerzas gubernamentales. En apenas diez días de agosto, se hicieron con las principales ciudades ante el colapso del gobierno de Kabul, que cayó el 15 de agosto.
Así, el movimiento islamista volvió al poder 20 años después de ser derrocado por la invasión estadounidense iniciada el 7 de octubre de 2001, como respuesta a la negativa de los talibanes a entregar al jefe de Al Qaida, Osama Bin Laden, tras los atentados del 11 de septiembre.
La salida estadounidense, dos décadas después, fue muy discreta, a plena noche y lejos de las cámaras. El ejército estadounidense indicó haber destruido aeronaves, vehículos blindados y un sistema de defensa antimisiles antes de dejar Kabul.
Su imagen como potencia internacional queda dañada tras esta guerra que les ha costado 2.500 bajas y 2.313.000 millones de dólares, según un estudio de la Brown University.
– Tensión hasta el final –
El regreso de los islamistas al poder obligó a los occidentales a evacuar precipitadamente desde el aeropuerto de Kabul a sus ciudadanos y afganos que podían ser objeto de represalias de los talibanes, especialmente por haber trabajado para las fuerzas extranjeras.
Miles de personas acudieron desesperados al aeropuerto de Kabul, donde se vivieron escenas de caos y pánico, con personas tratando de aferrarse a los aviones que despegaban.
La tensión aumentó en los últimos días por la amenaza del Estado Islámico del Khorasan (EI-K).
El domingo, el Pentágono aseguró haber destruido con un dron un coche bomba de este grupo que se dirigía al aeropuerto, un ataque que podría haber causado muertes civiles.
Y el lunes, el grupo yihadista reivindicó el lanzamiento de seis cohetes contra el aeródromo, que pudo continuar con su operativa.
Aunque también son sunitas radicales, el EI-K es enemigo de los talibanes y responsable de las peores masacres en Afganistán y Pakistán en los últimos años.
En una entrevista a la AFP, el portavoz talibán Zabihullah Mujahid indicó que estas acciones del grupo yihadista deben terminar «cuanto vean que se pone en marcha un gobierno islámico con la salida de las potencias extranjeras».
En su retorno al poder, los islamistas prometieron un régimen diferente al impuesto entre 1996 y 2001, basado en una interpretación ultrarrigorista de la ley islámica que prohibía los juegos, la música, las fotografías, la televisión o el trabajo femenino.
Horas antes de la marcha estadounidense, un avión de la Organización Mundial de la Salud aterrizó en la ciudad de Mazar-i-Sharif con 12,5 toneladas de medicamentos y material médico, en el primer envío de ayuda médica al país desde el ascenso de los talibanes.
AFP