Dos nuevos estudios financiados por una iniciativa de colaboración entre el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI) en Panamá y la Universidad Estatal de Arizona (ASU) muestran cómo la ciencia puede contribuir a las prácticas de observación de ballenas que garanticen su seguridad y la de los delfines.
El avistamiento de ballenas está aumentando en todo el mundo y es parte de proyectos de desarrollo turístico sostenible en países como Camboya, Laos, Nicaragua y Panamá.
Datos de la Comisión Ballenera Internacional, registran que el turismo de observación de ballenas genera más de 2,500 millones de dólares al año.
Después de la pandemia de COVID-19, se espera que esta actividad al aire libre y relativamente segura se recupere.
Las embarcaciones turísticas
Las regulaciones de observación de ballenas en Panamá, fueron establecidas por primera vez con la ayuda del biólogo marino de STRI, Héctor Guzmán en el 2005.
Se modificaron en el 2017 y 2020, y prohíben las actividades que hacen que las ballenas cambien su comportamiento.
El primer estudio tuvo como objetivo descubrir si la presencia de embarcaciones turísticas provocó que las ballenas cambiaran su comportamiento durante la época de reproducción.
Los investigadores monitorearon a las ballenas jorobadas (Megaptera novaeangliae) durante su temporada de reproducción de agosto a septiembre dentro del área protegida del Archipiélago de Las Perlas.
Las acciones humanas modificaron el comportamiento
Desde lo alto de un mirador en la Isla Contadora y barcos de avistamiento, registraron en 47 ocasiones, la cantidad de embarcaciones turísticas presentes y la actividad de las ballenas.
También los cambios de dirección, cuando emergen, al golpear el agua, durante inmersiones y cuando espían (cuando levantan la cabeza por encima de la superficie del agua).
Descubrieron que los barcos de observación con frecuencia ignoraban las pautas legales diseñadas para proteger a las ballenas.
Las perseguían deliberadamente, se acercaban demasiado a las ballenas adultas y a sus crías obligándolas a cambiar su comportamiento.
Observaron que las embarcaciones turísticas persiguieron a grupos que incluían crías con más frecuencia que a grupos de adultos.
Además, los grupos que incluían una cría cambiaban de dirección con más frecuencia que otros tipos de grupos.
Aproximadamente mil observadores de ballenas visitan las Islas de Las Perlas cada año, y ese número está aumentando.
La experiencia del avistamiento
En el segundo estudio, los investigadores entrevistaron a turistas que esperaban regresar a tierra firme en el aeropuerto de Contadora para comprender mejor la experiencia de avistamiento de ballenas.
Entrevistaron a una de cada tres personas que esperaban en la fila.
El 99% de los turistas informaron haber visto por lo menos uno de los comportamientos anteriormente mencionados.
El 68% respondió que su experiencia cumplió o superó sus expectativas.
El 30% dijo no haber avistado ballenas.
Y, la mitad reportó que su bote u otros botes cercanos persiguiendo ballenas a gran velocidad, o que se habían acercado a las ballenas más que la distancia permitida por la ley.
Las amenazas de las ballenas
Las ballenas reproductoras están amenazadas por la contaminación marina, colisiones con barcos, el cambio climático, el ruido y las perturbaciones mientras descansan, socializan y se alimentan.
En el futuro, los investigadores esperan medir la cantidad de cortisol (una hormona del estrés) en las muestras fecales de ballenas para averiguar si los animales están bajo estrés.
Esperan utilizar una mejor tecnología (por ejemplo, teodolitos, instrumentos que miden ángulos) para calcular la distancia entre los barcos y ballenas.
Otro método, es el uso de drones con cámaras para documentar las interacciones y continuar encuestando a los turistas para comprender mejor la observación de ballenas e informar las estrategias de manejo para mantener a salvo a estos magníficos animales.
«El papel del Smithsonian es brindar asesoramiento científico a los responsables de la formulación de políticas, ya que son pioneros en estrategias de gestión para promover la conservación de las ballenas», manifestó el biólogo marino de STRI, Héctor Guzmán.
Guzmán realizó un trabajo anterior que, impulsó a la Organización Marítima Internacional a establecer corredores de transporte marítimo en el Pacífico para prevenir a los buques portacontenedores de colisionar con ballenas a lo largo de sus rutas migratorias.
“Ahora tenemos métodos para medir cómo cambia el comportamiento de estas como resultado de las prácticas de observación de ballenas”, agregó.
Al estudiar tanto el comportamiento de las ballenas como las prácticas turísticas, los investigadores del Smithsonian y de la Universidad Estatal de Arizona esperan proporcionar información científica para hacer que la observación de ballenas sea más segura para estas.