Historia de la Masonería II

La Masonería se define a sí misma como una: “…institución esencialmente filantrópica, filosófica y progresista, [que] tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio de la ética y la práctica de la solidaridad; y trabaja por el mejoramiento material y moral de la humanidad. Tiene como principio la tolerancia mutua, el respecto a los demás y de uno mismo, y la absoluta libertad de conciencia. Considerando que las condiciones metafísicas y religiosas son del dominio exclusivo de la apreciación de cada individuo rechaza cualquier afirmación dogmática. Tiene por divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad”.

En la anterior entrega de La Historia Habla, habíamos hecho referencia al Edicto de Rotario, fechado en el 643 en el que se alude a una organización que puede ser la semilla de la masonería moderna.

Unos siglos más adelante, en 1248, está fechada la Carta de Bolonia, que es el documento masónico original más antiguo que se conoce, allí se refieren reglamentos jurídicos, administrativos y de usos y costumbres del gremio.

A partir de esa fecha ya se pueden encontrar otros documentos, el Manuscrito Halliwell (1390), el Manuscrito Cooke (1410), el Manuscrito de Estrasburgo (1459), los Estatutos de Ratisbona (1459), los de Schaw (1598), el Manuscrito Iñigo Jones (1607), los de Absolion (1668) y el Sloane (1700). Todos estos manuscritos se refieren a la masonería como un gremio, y en ellos se especifican sobre todo las reglas del oficio.

Desde sus inicios dentro de los colegios, las guildas o los gremios de artesanos, la masonería se ha distinguido por realizar diversos ritos secretos y por utilizar un conjunto de símbolos, en muchos casos tomados de la arquitectura, sobre todo aquellos utilizados por el grupo de constructores de las catedrales góticas de la Edad Media europea, pero al que se aúnan elementos alquímicos, cabalísticos y de otras tradiciones ocultistas europeas.

La masonería no es una sociedad secreta, sino discreta y con algunos secretos que son revelados a sus miembros a medida que estos progresan. Y es precisamente ese componente oculto a la vista de los no iniciados el que hace que, desde su fundación, se haya encontrado con la oposición, el recelo y en ocasiones, la prohibición expresa de asociarse a las logias.

La iglesia católica ha condenado la masonería y a los hermanos masones en innumerables documentos y ha decretado que es incompatible con la doctrina y la fe de la Iglesia católica, llegando a excomulgar (amenaza vigente en la actualidad) a los católicos que se inscriban en una sociedad masónica.

Desde Clemente XII, en la encíclica In Eminenti del 24 de abril de 1738 hasta el Código de Derecho Canónico redactado en 1983 donde podemos leer lo siguiente: “Quien da su nombre a una asociación que maquina contra la Iglesia debe ser castigado con una pena justa, quien promueve o dirige esa asociación, ha de ser castigado con entredicho”, muchos papas han condenado explícita y rigurosamente la masonería. Pero también muchos países islámicos han prohibido las asociaciones masónicas e incluso Shoghi Effendi, cabeza de la fe Baha’i prohibió expresamente a los bahaís pertenecer a la masonería.

Esta entrega de La Historia Habla está dedicada a la masonería y, ya que recientemente se ha inaugurado un monumento en Penonomé con clara influencia de la simbología masónica, a la historia de cada uno de los símbolos que aparecen en el mismo y lo que significan en la masonería.

El monumento situado en el Parque 8 de Diciembre de Penonomé está elevado sobre una plataforma. Dentro del templo masónico y orientada hacia el este suele existir una plataforma a la cual se tiene acceso subiendo 3 escalones, también la que nos ocupa consta de tres escalones. En la masonería, desde que el candidato cruza la puerta del templo masónico y se convierte en aprendiz, tiene que comenzar una serie de ascensos; los tres primeros escalones que debe subir simbolizan la fuerza, la belleza y el candor, o sea a las tres etapas de la vida del hombre: la juventud, la virilidad y la madurez.

Sobre la plataforma del monumento conmemorativo se erigen dos columnas, y dos de los elementos masónicos más reconocidos por el público en general son precisamente estos dos pilares.

De acuerdo con las Sagradas Escrituras el pórtico del templo de Jerusalén construido por Salomón estaba flanqueado por dos columnas, tal y como leemos en 1 Reyes 7:21 “Estas columnas erigió en el pórtico del templo; y levantó la columna de la mano derecha, y le puso por nombre Jaquín; y levantó la columna de la mano izquierda, y llamó su nombre Boaz”.

Para la masonería las dos columnas del templo tienen una importancia capital y deben estar en todo templo masónico a tres pasos de la entrada. Ellas marcan el límite entre el templo, el ámbito sagrado y el mundo profano. Representan la dualidad de todo lo que existe en el mundo objetivo, son las bases que sostienen la bóveda estrellada de los principios morales y metafísicos. La del sur, Jaquín, ostenta la letra “J”, está destinada a los hermanos compañeros. Es el pilar de la misericordia, masculina y activa y corresponde al Sol. La del norte, Boaz, suele llevar en su fuste la letra “B”, se relaciona con la severidad es femenina y pasiva y corresponde a la Luna, ella es la destinada a representar y guiar al aprendiz, en todas las logias es de orden dórico.

Sobre las dos columnas del monumento podemos ver un globo terráqueo, que dentro de la tradición masónica representa al mundo y la universalidad de la masonería, y sobre la otra columna hay tres granadas. La granada es uno de los frutos que se ofrecen para la reflexión de los iniciados. La granada evoca la coherencia y la armonía masónica en la que todos sus miembros están unidos por el espíritu de la orden y de la fraternidad. Vemos también en el monumento hojas de laurel que en la masonería se utiliza cuando culmina la iniciación del Maestro Secreto.

Como podemos ver todos estos símbolos tienen una rica tradición simbólica, la cual, sin duda se ha querido destacar en este conjunto escultórico.

 

 

 

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