Estábamos tratando en la anterior entrega de La Historia Habla acerca del tabú de la práctica del canibalismo o antropofagia y cómo ha sido una práctica común a lo largo de muchos milenios y en culturas extendidas por todas partes del globo. Vamos a continuar en esta entrega repasando los casos más conocidos.
En la mitología son abundantes los ejemplos de canibalismo, quizás el más conocido es el de Saturno devorando a sus hijos, (plasmado de forma magistral por Rubens); la historia de Procne y Filomela que para vengarse de Tereo, le dan a comer a su propio hijo; Atreo mata y cocina a sus sobrinos y se los ofrece en un banquete a su hermano Tiestes; Harpálice le da de comer a su padre, Clímeno, el hijo de ambos, producto del incesto. También en el folclor e incluso en los cuentos de hadas hallamos historias de canibalismo, en los cuentos de los hermanos Grimm, solo por mencionar dos ejemplos, lo encontramos en El enebro y en Blancanieves.
Siguiendo en el ámbito de la literatura podemos encontrar el tema del canibalismo como eje central de muchas obras, lo usa William Shakespeare en Tito Andrónico. Jonathan Swift en Una modesta proposición: para prevenir que los niños de los pobres de Irlanda sean una carga para sus padres o el país, y para hacerlos útiles, propugna el canibalismo infantil gastronómico como solución a la pobreza. Voltaire, en su Cándido, también trata el tema, igual que Guy de Maupassant e igual que Edgar Allan Poe en Las aventuras de Arthur Gordon Pym. Y En los mares del Sur Robert Louis Stevenson nos expone de forma magistral el canibalismo en Oceanía.
Varios cuentos de Max Aub, Pablo Palacio, Salvador Humberto y Alejandro Barrón giran alrededor de la antropofagia y novelas que han sido best sellers y en las que se han basado blockbusters, como la de Thomas Harris El Silencio de los corderos, que incluso ha llevado al doctor Lecter a la pequeña pantalla en un serie televisiva.
Como vemos, en la ficción hay muchísimos ejemplos del consumo de carne humana por nuestros congéneres, por una u otra razón, ahora bien, también ha sido bastante común a lo largo de la historia que se den casos de canibalismo, por ejemplo en las guerras durante los asedios prolongados a alguna plaza fortificada. En la Biblia tenemos una referencia de este tipo en II Reyes 6, 28-29 <<Y el rey le dijo: “¿Qué te pasa?” Y ella respondió: “Esta mujer me dijo: ‘Da tu hijo para que lo comamos hoy, y a mi hijo lo comeremos mañana’. Así que cocimos a mi hijo y nos lo comimos; y al día siguiente, le dije a ella: ‘Da tu hijo, para que lo comamos; pero ella ha escondido a su hijo’”, al parecer estos hechos ocurrieron durante el asedio a Samaria por los sirios. También quedó registrado en las crónicas el canibalismo durante el asedio de Maarat an-Numan en diciembre de 1098 durante la Primera Cruzada, allí se denunciaron prácticas de canibalismo, aunque en este caso, el señalamiento fue hecho hacia los propios atacantes cruzados por testigos cristianos como Alberto de Aquisgrán.
Durante la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), de lejos el peor conflicto que ha asolado a Europa en toda su historia, que se definió por la brutalidad de los enfrentamientos y donde la población civil puso el 85% del total de muertos, hay varios casos de canibalismo documentado, además de otros horrores realizados por todos y cada uno de los bandos en disputa: violaciones en masa, saqueos e incendios, en una política brutal de ‘tierra quemada’, y fue, en general, un periodo histórico en el que la ley brilló por su ausencia y solo se extendía por Europa la barbarie y la brutalidad más horripilantes. Pero de la Guerra de los Treinta años trataremos en otra entrega de La Historia Habla.
Hay testimonios de canibalismo en la Unión Soviética en los conflictos armados de los años 30 del siglo pasado y durante el asedio de Leningrado en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial.
También durante la II Guerra Mundial las tropas japonesas lo practicaron contra los prisioneros de guerra aliados y de ello tenemos numerosos testimonios e informes escritos recolectados por la Sección Australiana de Crímenes de Guerra del Tribunal de Tokio. Yuki Tanaka historiador japonés ha dicho que «el canibalismo era a menudo una actividad sistemática conducida por escuadrones enteros y bajo la dirección de oficiales». Y así podemos entenderlo leyendo el testimonio de Havildar Changdi Ram un prisionero de guerra hindú: «El 12 de noviembre de 1944 el kempeitai decapitó a un piloto aliado. Yo vi (…) a algunos (…) japoneses, cortando carne de sus brazos, piernas, caderas, nalgas, y llevársela hacia sus cuarteles… La cortaron en pequeñas piezas y las frieron».
Los casos de canibalismo vinculados a hechos dramáticos concretos son más aceptados socialmente y los que los efectúan, en muchos casos, han sido tratados como héroes tal y como ha ocurrido con el caso de los supervivientes del accidente aéreo de los Andes en 1972 donde los jugadores de un equipo de rugby uruguayo que sobrevivieron al impacto se comieron a sus compañeros. Eso sí, el banquete caníbal se dio solamente después de una oración solemne por las víctimas.
En el otro extremo del espectro están los casos de los asesinos caníbales, algunos de los cuales se han hecho muy famosos e incluso han inspirado películas y series de televisión, como ya vimos en el caso de Hannibal Lecter, despertando la admiración y legiones de admiradores y admiradoras, de estos casos podemos nombrar bastantes y de diferentes continentes, nacionalidades y épocas: Issei Sagawa (quien, por cierto, se libró de su condena, vive en libertad y es una estrella local en Tokio, escribe revisiones para restaurantes y admite que todavía tiene fantasías caníbales); Jeffrey Lionel Dahmer, «El Carnicero de Milwaukee»; Dorángel Vargas, «El comegente del Táchira”; Armin Meiwes, “El caníbal de Rotemburgo”; el mejicano José Luis Calva Zepeda y Andréi Románovich Chikatilo, llamado «El Carnicero de Rostov», «El Destripador Rojo» o «El Destripador de Rostov» que afirmó que le gustaba arrancar a mordiscos y tragarse crudas las partes del cuerpo más blandas de sus víctimas.
En cualquier caso, y por mucho que pensar en ello nos repugne, el consumo de carne de nuestros congéneres ha estado presente en la historia humana desde mucho antes de convertirnos en humanos. Es un tabú, sí, pero precisamente por eso es tan atrayente.
Por cierto, los que saben dicen que la carne humana sabe a puerco…