Nosotros los incrédulos

Atrás quedó ese breve instante durante el cual, a inicios de la pandemia, alimentábamos la ingenua esperanza de que la crisis del coronavirus nos convertiría en mejores seres humanos. Nos emocionaba pensar que al término de la tragedia saldríamos como de las aguas del Jordán: con el espíritu renovado y libres de las máculas y lacras con las que cargábamos antes del Covid-19. ¡Qué poco nos duró el ensueño!

Si algo nos queda claro y con creces demostrado es que esta crisis de salud deja, como legado, tres víctimas mortales: la transparencia, la rendición de cuentas y la credibilidad de los gobernantes.

Con el desastre financiero y la falta de recursos resultante, los gobiernos han recurrido a los préstamos para solventar sus gastos de funcionamiento. Las distintas entidades de créditos han desembolsado decenas de millones de dólares para ese propósito, además de lo utilizado para enfrentar los gastos del sector salud, principal trinchera en esta crisis.

Según señala Mari Elka Pangestu, del Banco Mundial, la entidad desembolsará en los próximos meses 160 billones de dólares a cerca de 100 países como parte de un paquete de ayuda de emergencia por la pandemia. De ese paquete, 12 billones serán utilizados para vacunas. “Los estímulos son enormes, pero también la corrupción”, señala tajantemente.

En nuestra Latinoamérica, durante estos nueves meses de epidemia y cuarentenas, nuestro paisaje ha seguido- como de costumbre- salpicado de innumerables casos de corrupción. Desde guantes y mascarillas hospitalarias, hasta medicamentos y respiradores artificiales para las salas de cuidados intensivos: nada se ha librado de la codicia y los malos manejos de quienes han visto en la tragedia la oportunidad de oro para enriquecerse instantáneamente.

Toda esta infamia facilitada por un sistema que, desde antes del coronavirus, funcionaba siempre reacio a la transparencia y a rendir cuentas detalladas del uso de los recursos financieros.

La corrupción desvía dineros que resultan urgentes en sectores como la salud y la educación. Priva a los hospitales y centros de salud de los insumos necesarios para brindar los cuidados requeridos a los ejércitos de enfermos y contagiados; y castiga a los jóvenes estudiantes de los sectores más vulnerables que, sin acceso a las tecnologías, quedan excluidos del proceso educativo vigente en estos momentos.

Ahora que nos preparamos para el diálogo del bicentenario, resultaría adecuado ejecutar una serie de pasos con la finalidad de reestablecer la credibilidad perdida por quienes gobiernan. Una inmediata y completa rendición de cuentas sobre el destino de los préstamos adquiridos y los que estén por llegar sería un buen comienzo. No perdamos de vista que la rendición de cuentas alimenta la transparencia, y ésta a su vez es el bálsamo para curar cualquier tipo de incredulidad.

 

 

 

 

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