Cosmovisión y Maradona

La muerte del astro del fútbol argentino el Pelusa, Dieguito, Maradona ha reavivado las posturas encontradas entre sus seguidores y aquellos que, si bien es cierto disfrutaban su fútbol y gambeta, es decir, la danza en el cruce de piernas para asestar los goles, cuestionaban la forma en que llevó su vida privada.

Pero es que comprender la idiosincrasia de un país no es fácil y mucho menos del argentino, en donde el propio pueblo canoniza y declara a sus santos, independientemente y sin consentimiento del Vaticano, como ha sucedido con Evita y seguramente sucederá con Maradona, quien ya es santo en Nápoles, Italia. Menuda osadía.

Nunca olvidaré el 22 de junio de 1986, cuatro años después de la guerra de la Malvinas, un conflicto bélico entre Argentina y el Reino Unido que tuvo lugar en las islas Malvinas, Georgias del Sur y Sándwich del Sur, territorios considerados en litigio. La guerra se inició el 2 de abril de 1982, cuando tropas de las Fuerzas Armadas argentinas desembarcaron en las islas Malvinas y las ocuparon con la intención de reclamar la soberanía, y finalizó el 14 de junio, luego de 74 días, tras la rendición argentina.

En la cancha, ese 22 de junio, la gambeta de Maradona logró batir a la potencia sin sangre ni muertes. Durante el encuentro, el pelusa convirtió dos de los goles más famosos en la historia de los Mundiales. Llegó la revancha y esta vez la victoria. Tremenda hazaña, cómo no convertirlo en un santo.

 

Fútbol pasión, política, odio y frialdad, todas las emociones juntas. Pero más allá de esta dicotomía, críticos de su comportamiento como individuo y seguidores del cabecita negra, como les llaman en Argentina, negro en propiedad, existe una cosmovisión, es decir, una manera de ver el mundo no solamente arraigada en Argentina, sino también en diversos continentes de redimir al que da su último aliento y soplo de vida.

 

Desde muy pequeña escuchaba decir en los funerales, con gran asombro: fulana/o o zutana/o tan bueno que era. Pero dentro de mí, murmuraba si ha hecho desastres. Y algo más sorprendente aún, la práctica de contratar lloronas/es en esos funerales, quienes sin ser familiares ni amistades alababan al difunto y derramaban una letanía de virtudes, algunas ciertas y otras en su mayoría inventadas. Confieso que lo viví en varios entierros del barrio.

Como socióloga creo pertinente contribuir a sofocar un poco los sentimientos encontrados respecto a Diego Armando. Y es la existencia de una arraigada tendencia en nosotros de criticar las imperfecciones ajenas. Pero a redimirles y tratar de minimizarlas cuando mueren. Y es una realidad en muchos continentes, para no decir en todos. Por otro lado, resulta hasta mejor recordarles por su comportamiento positivo y no los errados. En ambos casos nos redimimos nosotros y también a ellas/os.

Grande Diego, muchos te recordarán cómo el héroe, el chico del barrio que logró llegar tan lejos y tan alto y en todo lo que se propuso, demostrando que no existe barrera que te impida triunfar cuando amas lo que haces. Otros, recordarán tu adicción, desenfreno, el vínculo con las mujeres, tus depresiones, conductas negativas y autodestructivas. Pero sin duda alguna serás amado por tus compatriotas y muchos seguidores del mundo, como lo demostró tu funeral.

Sin embargo, pensamos que es mucho más valioso relacionarse en vida con los demás viendo sus fortalezas y alentándoles a superar sus debilidades, para que en el momento final pueda decirse, con toda propiedad: tan bueno que era, luchó por ser cada día un mejor ser humano y dejar un gran legado a su descendencia.

Catedrática universitaria, Presidenta de CONFIARP y miembro de la SGIP.

 

 

 

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