El triunfo de Trump

La Bitácora

Ebrahim Asvat. Abogado

Quizás vivir debajo del radar es lo más conveniente para los países fuera de la turbulencia del eje occidental.  Como la América Latina es invisible a los ojos de la geopolítica norteamericana, el triunfo de Donald Trump no nos quita, ni nos ofrece. Su triunfo y vuelta a la presidencia muestra a los Estados Unidos divididos en dos visiones paralelas sin puntos de encuentros.

No hay ninguna posibilidad de inclinar la balanza hacia un autoritarismo como prevén muchos. A diferencia de países como Venezuela o Nicaragua que se han hundido luego de prosperar la democracia representativa, Estados Unidos tiene instituciones públicas muy fuertes y resistirá los impulsos propios de una figura pública poco adepta a regirse por reglas, normas y valores éticos.

La cultura democrática y capitalista en Estados Unidos es muy fuerte. A ella se debe su desarrollo económico y posicionamiento geopolítico. Pero más allá de estas virtudes hay amenazas latentes. El gran desarrollo tecnológico está cambiando los paradigmas. La riqueza concentrada en el sector financiero y tecnológico está incidiendo fuertemente en la institucionalidad democrática y los pilares de la competencia y libertad económica. Que un Elon Musk aporte 120 millones de dólares en una campaña política y, además, a través de X o Twitter impulse a un candidato sobre otro de forma voraz e inescrupulosa, merece mayor atención. En Twitter ahora la plataforma te hace sugerencia. El “Para ti” (no sé quien determinó que es para mí) te incluye observaciones, notas y afirmaciones de gente a la cual no sigues. Allí el gran Elon Musk está siempre presente y expone sus puntos de vista. En otras palabras, Twitter o ahora X es una plataforma de comunicación de Elon Musk te guste o no te guste.

Después de Obama, la puerta se cerró y el partido Demócrata no entendió que el poder en manos de una mujer o una persona de color, no estaba en el libreto de las mayorías blancas.

Estados Unidos necesitará una nueva Ley Sherman para desmantelar a esas grandes empresas como Meta, Microsoft, Alphabet, Amazon, Apple y Nvidia; así como a finales del Siglo XIX desmanteló a los grandes consorcios americanos que controlaban todos los segmentos de un sector económico.

Para los europeos la llegada de Trump involucrara incrementar sus presupuestos de defensa. Depender de Estados Unidos a la ciega está fuera de cualquier posibilidad.  Abrir el frente con Rusia conociendo el histórico nerviosismo del Oso Imperial, fue innecesario. La OTAN, como organización militar, fue incorporando a los antiguos satélites rusos y abrir el compás para incluir a Ucrania, fue el detonante de la guerra. Para Rusia, los europeos y los Estados Unidos estaban cercándolo y difícilmente iban a permitir esa situación. Ahora toca buscar una salida a la guerra y quizás Trump pueda lograrlo, aunque represente unos costos para Ucrania.  No hay duda, tanto a Rusia como a China le conviene un Estados Unidos imbuido en conflictos ideológicos internos. Turquía, India y Brasil pueden resultar países comodines.

A lo interno de Estados Unidos existe un nerviosismo, especialmente, de la mayoría blanca y nórdica. Un sentimiento de estar perdiendo el control y eso motiva a buscar en Trump el representante de la última esperanza blanca. Malcolm Gladwell, en uno de sus famosos podcasts, mencionaba la licencia moral. En ocasiones le abres la puerta a alguien para luego cerrarla y sentirte bien frente a ti y a los demás de tus virtudes cívicas y democráticas.  

Después de Obama, la puerta se cerró y el partido Demócrata no entendió que el poder en manos de una mujer o una persona de color, no estaba en el libreto de las mayorías blancas. No son racistas, pues pueden justificar su voto por Obama, aunque luego le cierren las puertas a otros.

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