Mares tempestuosos

Lo ocurrido en la elección de la Junta Directiva de la Asamblea Nacional, es de una lectura perversa por el mensaje que envía a la nación. Sin importar el claro mensaje expresado por los electores el pasado 5 de mayo, se impuso el “matraqueo” sobre las expectativas de instaurar una nueva manera de hacer política en este órgano del Estado. Los partidos políticos dejaron ver que no están dispuestos a ceder terreno y que, sin importar la voluntad popular, los intereses de grupos y las agendas subterráneas pesan más que cualquier argumento ajeno a ellos; hasta el punto de reunir en la misma mesa de banquete a los que se muestran como adversarios ante las miradas incautas de la opinión pública.

Evidentemente, una nueva aplanadora impuso sus criterios y apostó por más de lo mismo. Aunque la juventud y las caras nuevas no sean garantía de nada, mal se puede esperar que quienes aportaron una cuantiosa cuota en la creación del desastre que pesa sobre la Asamblea sean capaces de impulsar los cambios que ahí se requieren.

Esto apenas comienza. Y la nueva generación política, que lleva sobre sus hombros las expectativas de cambios de la ciudadanía, no puede permitirse ningún tipo de pesimismo. Lo ocurrido perfila cinco años difíciles para quienes aspiran a transformar la institución y por tanto al país. Pero, como reza la sabiduría popular: ningún buen marinero se ha forjado en aguas tranquilas.

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