Piensa mal…

Tres son los valores que caracterizan a la democracia: la participación ciudadana, la rendición de cuentas y la transparencia. La última, es una condición sin la cual no es posible la rendición de cuentas; y ésta, a su vez, es requisito obligatorio para que se materialice la participación ciudadana. En el equilibrado ejercicio de todas ellas descansa la salud del sistema democrático.

Pero, como en este país no importan ni los equilibrios ni parece existir espacio para algún tipo de valor que oriente a la política, brillan por su ausencia las cualidades necesarias para llevar a cabo una apropiada convivencia. Así lo demuestra la historia reciente del Instituto para la Formación y el Aprovechamiento de los Recursos Humanos donde la transparencia y la rendición de cuentas han cedido su lugar al más burdo secretismo. Durante el período comprendido entre 2019 y 2022, la institución ha entregado discrecionalmente unos 74.7 millones de dólares a unas 5 mil personas sin que hasta la fecha se haga público el listado de los favorecidos. Quien en su momento dirigía la institución concentró todos sus esfuerzos en ocultar la información luego que se revelara que entre los agraciados figuraban allegados o familiares de diputados y de otras figuras, con elevados ingresos, allegadas al poder. A estos destinatarios de las “ayudas económicas” se les concedió decenas de miles a costa de otros estudiantes con probadas necesidades y carencias económicas.

Ante los insistentes reclamos de transparencia respecto a estas ayudas, y luego que el Ejecutivo y la Corte Suprema hicieran cada cual lo suyo para mantener el secretismo, ahora se les une la Asamblea Nacional que mediante el proyecto de ley 977 martilla el último clavo del ataúd en el que pretenden sepultar a la trasparencia.

Piensa mal y acertarás, reza el viejo adagio. Cada día evidencia el descalabro de la institucionalidad criolla. Y, mientras agoniza la democracia, se instala con firmeza el reinado de la “tramparencia”.

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