La anticipación será un elemento determinante a la hora de enfrentar la próxima gran crisis pandémica que, sin ninguna duda, volverá a concretarse. Y, sin la preparación adecuada y prevista con la suficiente antelación, las posibilidades de afrontarla con relativo éxito serán escasas, por no decir que nulas. Por lo que construir un Centro Regional de Innovación en Vacunas y Biofármacos, es un reto que el país tiene que asumir decididamente.
Liderada por la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (Senacyt), la ejecución del proyecto se inició en el tercer trimestre del 2021 con un crédito extraordinario de 2.5 millones de dólares aprobado en junio del mismo año. Esta iniciativa consta de dos fases: una es la creación del centro de investigación y desarrollo, la otra es la construcción de la planta piloto para la producción de las vacunas. En total se requieren alrededor de 50 millones para llevar a buen término la creación del centro científico.
Pero, como siempre, los contrastes existentes en este país resultan patéticos: extremadamente despreciables por su carga de absurdo y desvergüenza. Porque mientras el proyecto biofármaco atraviesa notorias limitaciones económicas para desarrollarse, recientemente se “invirtieron” más de 25 millones de dólares en la compra de jamones y productos cárnicos en una Navidad “solidaria” con el populismo reinante. En la Asamblea Nacional, por su parte, entre el 2019 y el 2021, por medio de la planilla 172 se gastaron más de 18 millones de dólares. Y para este año 2023, de un presupuesto de 150 millones, cerca de 120 millones serán asignados a sueldos, dietas y otros gastos relacionados.
Nadie puede asegurar cuándo el país sufrirá la próxima crisis de salud; sin embargo, todos sabrán señalar con certeza a los responsables de no contar con un centro de vacunas para afrontarla con relativo éxito.