La resignación ante eventos que, equivocadamente, cree irremediables; o la indiferencia ciudadana; o la suma de ambas, mantiene a los habitantes de la comuna capitalina caminando al borde del precipicio. Un par de meses atrás, se perdió una valiosa oportunidad de corregir el entuerto y destituir a quien no ha sabido hacerse merecedor de la confianza depositada a su favor en las urnas y que ha insistido en los más disparatados proyectos y en la materialización de una polémica y accidentada gestión.
Luego del fracaso del llamado para sacarle, el personaje de marras confundió el escaso poder de convocatoria para la destitución con un inexistente espaldarazo a su gestión y, sintiéndose intocable a partir de entonces, responde despreciando y burlándose de la mayoría que se atreve a oponerse a sus desvaríos. Ahí están para confirmarlo las reacciones demostradas ante las críticas expresadas en torno a los millonarios costos de un alumbrado y desfile navideño deficientes y que no justifican el desembolso hecho por ellos. Y las dudas y suspicacias crecen aún más al compararse con eventos iguales realizados en países vecinos, que resultan espectaculares a un precio muchísimo menor.
El jefe de la comuna en el ojo de la tormenta, debería ser el mayor interesado en despejar cualquier duda en torno a los desembolsos causados por el alumbrado y los desfiles navideños. Un primer paso en esa dirección sería rendir cuentas detalladas y transparentes de cada centavo destinado a ese particular proyecto. No habría manera más efectiva de silenciar las críticas y cortar de raíz con cualquiera duda al respecto.