Tras dos años de pandemia, era lógico pensar, que el 2022 nos mostraría la ruta hacia la estabilización de las economías alrededor del mundo y en Panamá. Pero, un nuevo ataque se fraguaba sigiloso y su contundencia amenazaba desarmar todos los augurios de normalización: la crisis del costo de la energía hizo su aparición en el escenario global. El precio del petróleo, que literalmente “mueve al mundo”, estaba a punto de pisar el acelerador súbitamente y sacudirnos sin consideración alguna.
Esa escalada de precios ha significado que, durante los seis primeros meses del 2022, se incrementen en alrededor del 60% los precios del combustible en Panamá provocando que el costo por galón de las gasolinas y el diésel, ronden los 6 dólares, el nivel más alto en toda la historia de la venta de hidrocarburos en el país.
El golpe de gracia llegó con la invasión rusa a Ucrania el 24 de febrero de 2022, un evento geopolítico que provocó la aplicación de sanciones a Rusia con las que se desestabilizó el mercado internacional de hidrocarburos, dando pie a que se dispararan los precios del barril de petróleo.
Esto, a su vez, descontroló los aumentos de los precios del combustible en Panamá: a partir de marzo del 2022, las alzas triplicaron su promedio mensual. Para muestra un botón: La gasolina de 95 octanos, que había aumentado $0.49 por galón en tres meses, (enero a marzo), elevó su precio por galón en $2.04, durante los 90 días siguientes, (abril a junio), pasando de costar $3.97 el 1 de marzo hasta alcanzar $6.01 a finales de junio.
Un incremento que, además, ocasiona un efecto cascada sobre todos los intercambios de bienes y servicios, porque además de incrementar la movilización, el alza del petróleo también dispara los precios en la factura de energía.
¿Hasta dónde van a subir los precios del combustible?
En este momento ese es un pronóstico “difícil”, de acuerdo con el experto en el sector Harry Quinn. “Tras la disrupción del mercado internacional del petróleo con las sanciones a Rusia, no se ve la posibilidad de que se recupere el balance entre oferta y demanda, por lo pronto”, advierte el especialista y explica que sería necesario aumentar la producción o que se genere un excedente que nivele el mercado y afirma que, de eso, “no hay señales”.
Quinn explica que se han dado algunas estimaciones de hasta donde llegaremos. Por ejemplo, El CEO de la firma Trafigura aseguró que el 2022 puede terminar con el costo del barril en 150 dólares y JP Morgan estima que puede alcanzar los 175, (a finales de junio ronda los 115 dólares). Lo que si queda claro es que las subidas aún no han terminado.
“Desafortunadamente estamos en medio de la tormenta perfecta. No vemos corrección del mercado y tampoco elementos que ayude a controlarlo”, agrega Harry Quinn.
Y cuando habla de tormenta perfecta, está pensando en la presión hacia estallidos sociales “Esto nos está poniendo al límite de una disrupción social, más los impactos en la producción y el agro”, añade el experto, mientras eleva sus ruegos para que “encontremos un elemento que nivele el mercado pronto”.
Opciones
Todo indica que las alternativas son pocas. Economistas y expertos en la materia coinciden en que no hay mucho que pensar. Por ejemplo, Quinn apunta hacia la intervención del gobierno a través de subsidios o reducción de impuestos, un planteamiento con el que coincide el economista Raúl Moreira, profesor de la Facultad de Economía en la Universidad de Panamá y ex director de Análisis Económico y Social, del Ministerio de Economía y Finanzas.
Sin embargo, Moreira advierte que el gobierno parece no tener una estrategia clara y peor aún, mucho menos oportuna. “Esa es precisamente, una parte del problema. No hubo preparación: el Ministerio de Economía y Finanzas debió entregar un informe al Ejecutivo con previsiones y recomendaciones, pero eso no se hizo y ahora solo estamos reaccionando a la presión popular, y eso hace que las medidas no tengan los efectos esperados”, señaló.
Al igual que Quinn, Moreira ve en la reducción o eliminación del impuesto a la venta de los combustibles, una posibilidad para que el gobierno facilite algún “alivio” al consumidor; “también las autoridades deben implementar una racionalización del gasto en combustible, reduciendo la cantidad de autos en misiones al interior y prohibiendo esa práctica de mantener los autos encendidos mientras se espera a un funcionario”, comenta el docente universitario.
Según Moreira, esta escalada de precios terminará por frenar las cifras macroeconómicas del país y se reflejará en el consumo, que a su vez ralentiza la generación de empleos al disminuir la demanda y hará más complejo el camino de la estabilización de la economía del país.
Mientras, los consumidores no tienen opciones frente a las facturas de combustibles; sus alternativas están en la decisión de ahorrar en otros rubros para mantener este gasto o cambiar sus hábitos de movilidad: usar me nos el auto y aumentar la demanda de transporte público. “Nos tocará ser más solidarios, organizarnos en las comunidades”, dice Moreira, “sin duda todos terminaremos realmente afectados”.