Gustavo Petro

Elecciones en Colombia: ¿llegó la hora de la izquierda?

Foto: Twitter @petrogustavo

La prensa internacional le atribuye algo «mesiánico” a Gustavo Petro, debido a la cantidad de gente que atrae, y apunta también en esta jornada de su campaña electoral, el candidato presidencial izquierdista está en la ofensiva: contra la corrupción, la violencia, la justicia, contra cualquier cosa que se pueda atribuir al establishment político que ha gobernado desde tiempos inmemoriales y que Petro califica siempre de ‘régimen de corrupción’. La promesa de un ‘cambio histórico’ de Petro tiene buena acogida entre los colombianos, independientemente de cuán radical pudiera ser ese cambio. Especialmente la generación joven se siente interpretada. Ella fue la que en los años pasados salió a la calle y demandó más justicia social.

Colombia ha cambiado. Pero ¿lo ha hecho Petro? Su coalición abarca desde sindicalistas hasta miembros del movimiento verde y cala muy dentro del centro político liberal de Colombia. Pero, en materia de contenidos, algunos observadores consideran que sigue siendo radical. Es probable que no obtenga la victoria el domingo, en la primera vuelta electoral. Todo apunta hacia un balotaje, el 19 de junio. Lo que ocurrirá luego es incierto».

La dupla del cambio

La compañera de fórmula de Petro, su candidata a la vicepresidencia, Francia Márquez, la afrocolombiana, ambientalista y defensora de los derechos de las mujeres y las minorías, es, desde todo punto de vista, la figura ascendente más llamativa de estas elecciones presidenciales poco comunes. Colombia nunca había tenido una candidata tan moderna. Márquez sacude los cimientos del país, en cuya cúpula se alternan, desde hace más de un siglo, representantes de las élites conservadoras. Y ahora aparece esta antigua empleada doméstica de 40 años y alborota la política. Ella da una voz y un rostro a los que eran ‘nadie’; los millones de colombianas y colombianos marginados, que viven en la pobreza y la invisibilidad, como también lo hizo Márquez gran parte de su vida.

Márquez es un gran desafío para la clase política. ‘Nunca pedí entrar en la política. Pero la política se metió conmigo y ahora nos metemos con ella’, dice ante la algarabía de la gente en Quilichao y levanta el puño izquierdo, como hace a menudo. En la lejana Bogotá, las élites temen que ella y el candidato presidencial Gustavo Petro quieran arrastrar hacia la izquierda a la cuarta mayor economía de América Latina. Dicen que el dúo, que lidera confortablemente las encuestas, quiere detener la extracción de petróleo, controlar la economía y expropiar empresas. Nada de eso es correcto. Petro solo quiere conciliar la protección del medio ambiente con el crecimiento económico».

Nuevo espacio para la política 

El proceso de paz condujo a una apertura política señalan analistas internacionales, en tanto la izquierda como la derecha presenta estas elecciones como cruciales. Dicen que Colombia se verá ante el precipicio, si la persona errada llega al poder. Esta retórica de lo excepcional es una constante en la política colombiana. En los comicios presidenciales de hace cuatro y ocho años se argumentó de manera similar, cuando aparentemente había que elegir entre la guerra y la paz.

En 2016, el Gobierno de entonces, de Juan Manuel Santos, suscribió un histórico acuerdo de paz con los rebeldes de las FARC. Las grandes expectativas abiertas por el proceso de paz se han visto, sin embargo, ampliamente decepcionadas. Actores violentos siguen dominando las noticias y el grueso de la población vive con la impresión de que nada ha cambiado. Sin embargo, el proceso de paz ha generado cambios. Antes, el Gobierno podía adscribir la resistencia civil al entorno de la guerrilla, y así desacreditarla. Ahora, dado que las FARC han entregado las armas, la sociedad civil tiene un margen mayor para desarrollarse.

Las semanas de huelga nacional de 2021 fueron, hasta el momento, la cúspide de esa apertura. El cambio en materia social fue la principal demanda de quienes protestaban, y ni siquiera la pandemia pudo detenerlos. Un efecto de esta apertura es también el gran respaldo a la candidatura de Gustavo Petro. En la década de 1980, el propio Petro había sido miembro de una organización rebelde y luego, en su papel de opositor en el Congreso y como alcalde de Bogotá, se fue convirtiendo en una figura central de la izquierda.

Por primera vez, parece ahora posible que Colombia elija a un presidente de izquierda. Mientras otros países de América Latina ya han tenido Gobiernos de izquierdistas, la izquierda colombiana nunca tuvo posibilidad de llegar a la presidencia, entre otras cosas, debido al fantasma de la guerrilla de las FARC. Pero, ahora, Petro logra ganar adherentes incluso mucho más allá de la izquierda, por ejemplo, en el ámbito de los seguidores del antiguo Gobierno de Santos».

 

 

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