“Los hombres pasan, pero las instituciones quedan”, escribió Jean Monnet, el visionario político francés considerado como uno de los padres fundadores de la Unión Europea. Y lo expresó con la mirada puesta en la institucionalidad definida como el conjunto de reglas formales e informales que regulan las formas de actuar de las personas con el objetivo de maximizar el desarrollo, la estabilidad y el bienestar de una comunidad. Las primeras, las formales, son el conjunto de leyes, decretos y reglamentos; y las segundas, las informales, incluyen procedimientos y normas de conducta de carácter moral o ético que resultan en la consolidación de las conductas, creencias e ideas que definen el carácter y la estructura de una nación y se encarnan en los valores que la rigen.
De naturalezas y fines muy variados, las instituciones pueden ser de carácter público o privado. Ya sean políticas, sociales, educativas, religiosas o militares- entre muchas posibilidades- las mismas constituyen el tejido social que le proporciona sustento a la vida de los ciudadanos. Para que la institucionalidad de cualquier nación resulte efectiva, tiene que ir de la mano con la credibilidad y la confianza de quienes integran la comunidad. Una institución sin credibilidad y en la que nadie confíe será incapaz de cumplir con su cometido y no logrará sobrevivir en el tiempo.
La constante erosión sufrida por la institucionalidad nacional resulta alarmante debido a la indiferencia ciudadana; y peligrosa por el constante asedio a la que es sometida por los grupos de poder de distintas cataduras que anteponen sus particulares intereses por sobre los valores, las ideas y las normas que garantizan el correcto desenvolvimiento de la vida comunitaria. La decadencia evidente en instituciones como la policía, los tribunales de justicia y el órgano encargado de todo el manejo electoral, no alimentan buenos augurios en el porvenir más próximo. La incredulidad y la desconfianza con que se les percibe atentan contra esa estabilidad social tan necesaria hoy para superar estos momentos de crisis.
“Nada se puede sin las personas, pero nada subsiste sin instituciones”, agregó el visionario Monnet a su frase introductoria, consciente de que sin aquellas- las instituciones- ningún gran proyecto se puede llevar a cabo.