Además del rastro de muertes y la destrucción ocasionada en la economía mundial con la consiguiente liquidación de millones de puestos de trabajo, la pandemia mantiene a cientos de millones de personas sumidos en la ansiedad y el temor al contagio.
Ante este panorama, la vacuna se levanta como la más efectiva solución para retornar a la tan añorada normalidad o, por lo menos, a algo que se acerque al mundo que dejamos en “pausa” desde que se iniciara la crisis de salud.
Esta urgencia de protegerse contra el temible virus ha alimentado numerosos escándalos para vergüenza de quienes, pasando por encima de los segmentos de población designados como prioritarios, se aprovecharon del poder y los puestos ocupados en los engranajes del Estado.
En Perú, el expresidente Martín Vizcarra y su esposa, además de otros altos funcionarios, recibieron en secreto vacunas de Sinopharm. Como consecuencia, la canciller y el viceministro presentaron sus respectivas renuncias.
En Argentina, en una escandalosa aplicación de vacunas VIP, el ministro de salud la recibió- sin corresponderle- junto a un grupo de familiares y allegados: la gracia le ha costado el puesto entre una cascada de excusas y explicaciones que nadie se termina de creer.
Y los casos no han sido pocos a lo largo y ancho del mundo, con el consiguiente golpe a la ya malograda credibilidad de la clase política involucrada en tales desaguisados.
Por ello, resulta contraproducente la petición de un grupo de periodistas para que se les conceda prioridad en el proceso nacional de vacunación contra el covid-19, porque los argumentos presentados no justifican de ninguna manera ser ubicados junto a trabajadores médicos, pacientes crónicos o adultos mayores, por mencionar algunos.
Tal exigencia, con su tinte oportunista y vocación al privilegio, lo único que logra es asestar un golpe a la credibilidad del periodismo local al igualarse con aquellos aspectos y vicios que la profesión ha denunciado y puesto en la picota a lo largo de los años.
¡La mujer del César no sólo tiene que serlo; tiene también que parecerlo!