Ahora que el gobierno de Joe Biden comienza a deshacer el legado de Donald Trump en América Latina, expertos en política exterior consideran que las duras realidades que enfrenta la región, devastada por los altos niveles de violencia, corrupción y enormes desigualdades pueden echar por tierra las metas de Washington hacia sus vecinos del Sur.
Biden ha renovado el compromiso de la Casa Blanca con la democracia, los derechos humanos y el combate a la corrupción. Eso podría quedar solamente en declaraciones dada la polarización y la confrontación en que está sumida una región en la que la satisfacción con la democracia ha caído a niveles más bajo en décadas. Hay un clima propicio para el autoritarismo.
Como si fuera poco, la pandemia del coronavirus ha revelado la debilidad de las instituciones, la corrupción arraigada en las esferas políticas y empresariales y las fallas sistémicas en los sectores de la salud, la educación y otros servicios públicos. Todo hace forma un coctel que anticipa otra década perdida en las economías latinoamericanas que, según el FMI, no recuperarán hasta el 2025 su ritmo de crecimiento.
Preocupa también que la región nunca había estado más dividida y desprovista de liderazgo. Los países se están moviendo en direcciones distintas y la cooperación entre ellos es notablemente débil.
Sin perder de vista que Biden tendrá serias limitaciones debido a las múltiples crisis heredadas dentro de Estados Unidos, las cuales consumirán el tiempo, el capital político y la capacidad de gasto de la nueva administración. Además, reconstruir las relaciones con Europa, la OTAN y mostrar músculo ante China y Rusia, serán prioridad sobre la agenda latinoamericana.
Tampoco está claro cuál será el enfoque respecto a las dictaduras de Cuba, Nicaragua y Venezuela, que están de fiesta ante el cambio de inquilino en la Casa Blanca. En esa dirección, hay quienes consideran que será difícil que el gobierno de Biden encuentre aliados dispuestos a unirse a sus esfuerzos para generar el impulso necesario para defender la democracia en América Latina.
Dados los desafíos que enfrentan las políticas de Estados Unidos para América Latina, lo más sensato es enfocarse en unos cuantos objetivos modestos y razonables.