Con la clasificación de la selección de Futsal de Panamá a su tercer mundial consecutivo, se volvieron a escuchar las voces que claman por una mejor atención para esta modalidad, que sin estructura, ni liga, vuelve a darle otra alegría al país. Si echamos el casete para atrás, unos ocho o cuatro años, cuando se consiguieron las dos primeras clasificaciones: son las mismas quejas, la misma película, el mismo drama y la misma realidad.
El presidente de la federación de fútbol fue más osado, a través de su cuenta de twitter le pidió al primer mandatario de Panamá, que el país merece una instalación dedicada al futsal. «No existe una sola en Panamá. Es un deporte en crecimiento. Escuche a los barrios», le escribió Manuel Arias a Nito Cortizo.
Es el mismo clamor que hemos escuchado cuando los deportistas panameños consiguen medallas en torneos regionales como los Juegos Panamericanos. Cada vez que un atleta alcanza una medalla en esas lides los medios entrevistan a los medallistas y estos hacen revelaciones de las penurias que pasaron durante su preparación. Son historias conmovedoras de gente humilde, que parten el alma, de atletas que consiguieron su objetivo en base a una alta dosis de sacrificio y perseverancia.
Hoy el atletismo es el único deporte que le ha dado tres medallas olímpicas a Panamá y todavía no cuenta con un coliseo acorde para esta disciplina. Si repasamos el resto de los deportes individuales, vemos que nuestros atletas se preparan y compiten de corazón con lo que les sobra y les basta, frente a las limitantes que les pone las carencias de instalaciones deportivas y de apoyo del gobierno. Lo que muy bien nos dice que Panamá es un país de atletas con talento que siempre han dado la talla.
El fin de semana el futsal le dio otra alegría al país. Es verdad que es una disciplina que no cuenta con estructura ni qué pensar ahora con una liga en medio de esta pandemia. Por fortuna forma parte de una las federaciones más adineradas que se la ingenió en poco tiempo para armar la selección, contratar a un técnico venezolano y hacer una gira por Marruecos y Paraguay. Un lujo que no se pueden dar otras disciplinas deportivas.
Como bien dice Manuel Arias, en el futsal los jugadores salen del barrio, que en un tiempo reunía a toda la muchedumbre en un coliseo para alegrar los torneos que allí se desarrollaban, donde la algarabía que se vivía en ese recinto era especial, nada comparada a la que se experimenta en el fútbol tradicional. Era el calor del barrio.
La selección de futsal va a su tercer mundial consecutivo con lo que ya son 12 placas de mundiales que reposan en las vitrinas de la federación de fútbol, empatando a lo que hizo la Sub 20 de fútbol cuando asistió a tres citas mundialistas seguidas.
Igual que como pasa en todos los deportes, el fútbol nacional tampoco tiene estructura. Ni siquiera una liga que reúna a toda esa masa de fans que convoca la selección mayor. No hay afición en la Liga Panameña de Fútbol. Sin embargo, hoy la materia prima de la federación que son los jugadores le ha dado una relevancia al fútbol cuando compiten con sus diferentes selecciones, en el que también hay que valorar el papel de la federación que ha sabido orientar la preparación de todos sus equipos.
Hoy el futsal, como también lo hizo el fútbol playa, se han ganado el cariño de la afición por alcanzar mucho sin tener nada. Son los «patitos feos» de la federación, que aparecieron sin hacer mucha bulla y hoy han causado mucho ruido en el país por sus logros. Gente de barrio, que se han ganado el reconocimiento, en una selección donde se vive del momento, como en el premundial de Concacaf que concluyó el domingo y más adelante en el mundial de Lituania del mes de septiembre, para después quedar en el olvido por cuatro años.
El pasado viernes la selección de futsal aseguró su clasificación al mundial de Lituania en un partidazo de cuartos de final ante Canadá. Reconozco que no recuerdo la última vez que sufrí tanto viendo un juego. Se derrotó en los penales a un rival que técnicamente no tenía mucho, pero que en lo táctico lució fuerte. Cada jugador panameño dejó todo en el rectángulo, quedé anonadado viendo la garra, la fuerza y las ganas de correr de cada uno de estos muchachos. Fue impresionante. Como en el boxeo, en una pelea de 12 asaltos, siempre llevando el tren del combate, siguiendo a su rival sin dejar de tirar golpes, incansables hasta el pitazo final. Me dije, que había que tener piernas para esa exhibición que culminó con los penales ante un portero canadiense que había sido figura en el partido.
Ese choque de cuartos de final me dejó asombrado. Allí se vio al jugador del barrio. Decía una vez “El pibe” Carlos Valderrama, que cuando se llega al profesionalismo se acaba la gracia del fútbol del barrio, porque te cohíben, entonces te parten la cancha y te dicen cómo debes jugar y hasta dónde puedes llegar. El viernes vi en la selección de futsal a unos jugadores de barrio divirtiéndose con el balón por todo el rectángulo, sabiendo de la responsabilidad que tenían en sus piernas. De verdad que se divirtieron, nos entretuvieron y nos regalaron una alegría en tiempos de pandemia. ¡Gracias muchachos!