Rendir honor a los símbolos patrios. Rendir honor a la Patria. Palabras que resonarán interminablemente durante los siguientes días: los que restan del mes de noviembre.
Palabras inspiradoras y profundas, pero que- desgastadas por el discurso patriotero de los demagogos del patio- han terminado por perder la fuerza para agitar y conmover el corazón del ciudadano común.
Un ciudadano escandalizado e indignado, a diario, frente a una casta política indiferente a la tragedia reinante y concentrada únicamente en satisfacer sus propios intereses: con una voracidad descarada que reboza de creatividad únicamente al momento de inventarse planillas y créditos con los que hincarle el diente a la riqueza de todos. En semejantes condiciones, ¿cómo creer en palabrería patriotera desmentida por los hechos? ¿Cómo creer en la política criolla?
A esa política a la que se alude en el libro El estado de los espíritus cuando la describe como “una agitación sin principios ni ley, un combate de ambiciones rivales, minas y contraminas de intrigas, un vasto teatro de cábalas, de luchas personales”.
En medio de la pandemia, el horizonte se perfila difícil y oscuro. La tragedia sanitaria aceleró cambios que apenas se insinuaban a principio de año. Los tiempos exigen, también, profundos cambios políticos: cambios en las maneras de gestionar el estado, de administrar los recursos del país.
Para ello, los ciudadanos de esta nación tenemos que asumir la responsabilidad de nuestro destino. La democracia no se trata sólo de emitir el voto cada cinco años y dejar que un pequeño grupo resuelva nuestros problemas; se trata de tomar las riendas y participar en la construcción del país que queremos para todos, se trata de ejercer nuestra libertad y convertirnos en un equipo con responsabilidades compartidas.
Se trata de participar en la toma de decisiones; no dejar nuestro porvenir en las manos de quienes sólo responden al “qué hay pa’ mi” y que piensan en los demás únicamente para solicitar el voto electorero.
Son gavillas- decía de esos mercaderes políticos el inolvidable José Ingenieros- y se titulan partidos. Intentan disfrazar con ideales su monopolio del Estado. Son bandoleros que buscan la encrucijada más impune para expoliar a la sociedad.
El futuro del país es prometedor. Pero, para que sea de todos, tenemos que sacudirnos la indiferencia y meterle el hombro al esfuerzo que reclama, construirlo con el aporte de cada uno de los ciudadanos que en estos días celebran la libertad nacional.