Es cierto hay mucho malestar en la población por la situación en general y como el Gobierno Nacional está manejando las cosas. Y ese malestar está fundado, producto de que muchos panameños no han recibido ningún tipo de apoyo, tienen hambre, el desempleo está en aumento, el equipo de salud está colapsando, la economía decayendo. El gobierno pide quedarse en casa pero obliga a la gente a buscar el sustento, y el parecer de la mayoría es que no están pensando en la gente, sino en los grupos económicos.
No todo es culpa del gobierno, pero lo cierto es que la ansiedad e incertidumbre si lo es, al no presentar programas concretos de reactivación y perder la confianza por falta de transparencia, ni predicar con el ejemplo.
Sin embargo, lo último que se puede perder es la esperanza. Somos, y seremos el Canal de Panamá, el Hub de las Américas, el Hub Marítimo, Hub Humanitario, Hub Logístico, y como dijo el Papa Francisco, el Hub de la Esperanza. Nuestra posición geográfica, la economía dolarizada, los pocos desastres naturales, y por ende, nuestro país como la gran conexión, se mantendrá intacta. Debemos continuar con mantener nuestro sector logístico y bancario, y convertir esta crisis, en oportunidad.
Pero como dice el viejo refrán: A Dios rogando, y con el mazo dando. Panamá, uno de los países con crecimiento económico más estable en la región, centro de varias zonas francas, y con un turismo emergente, pero con un bajo sentido de justicia social, debe unirse como en otrora y buscar un proyecto para que este pequeño país, que es un gran país, tenga todos los panameños jalando la misma carreta.
Lo primero es apreciar nuestro rol en el mundo, las bondades que Dios nos ha dado, y las grandes conquistas que han realizado panameños ilustres.
El momento más oscuro de la noche es cuando va a amanecer. Por esto, y por creer en mi país, me resisto a perder la esperanza.
El autor es abogado y fue ministro de Gobierno.