Observo con algo de incredulidad, y mucha jocosidad, como vamos viendo un cambio en el humor de los economistas y demás expertos en la irracionalidad que se sumaron a la histeria colectiva sobre un contrato que suscribió el Estado panameño.
¿Histeria colectiva? Tal cual marcharon miles de estadounidenses quienes se tomaron por fuerza el Capitolio, bajo la consigna creyente de la victoria electoral de Donald Trump, el convencimiento de una gran conspiración de trampa electoral, y el deseo de desmantelar una imaginaria red secreta de tráfico de menores liderada por Joe Biden, en nuestro tercer mundito también se hilaron increíbles historias fantásticas sobre el fin del mundo que sería tener una mina de cobre en Panamá.
Por 42 días leí muchas cosas inexactas, inciertas e inventivas en las redes sociales y en la prensa, tanto de la boca de quienes se vanaglorian de haber traído la democracia de regreso al país (gracias invasión, gracias Tio Sam), como de las manos de quienes deberían compartir los ideales de la razón y reflexión, y en teoría, deberían ser el futuro del país.
Sigue dando vueltas por ahí un ex ministro de Comercio e Industrias de “la democracia”, comentando en caliente, y ahora en tibio, sobre lo nefasto del contrato. La edad tal vez le hizo olvidar que él fue quien nos trajo a este momento; el acordó, recomendó y firmó el primer contrato de exploración para el yacimiento de cobre, ignorando e incumpliendo en 1990 el decreto que requería licitación (supuesta primera inconstitucionalidad), y comenzando el camino tortuoso que desemboca en una inversión multi millonaria con un reclamo arbitral de 20 mil millones. ¿Cuánto es esto? Son 10 años de ingresos del Canal de Panamá. ¿Hubiera sido todo diferente si en 1990 él se hubiera tomado el trabajo de licitar la concesión?
Sigue también por ahí escribiendo libros un ex Contralor que fue parte del refrendo de este proyecto, el contrato anterior -mil veces más laxo- y sus pagos de regalías en los 90s. Su nuevo trabajo: instigador del trauma colectivo del enclave colonial y apologista de la incapacidad del país de redefinirse hacia un futuro donde podemos ser parte del verdadero cambio hacia la energía verde y renovable.
Sigue practicando medicina un médico nefrólogo que aseveró con la contundencia de su alto puesto en un hospital privado sobre la toxicidad de los metales pesados en las minas de cobre, sin haber revisado que el yacimiento en Panamá no tiene estos metales, y que el aire contaminado de Perú se debe a la refinación del mineral, cosa que tampoco sucede en Panamá.
Recuerdo también a profesionales del derecho involucrados en concesiones marítimas (sin licitación, sin consulta) … a empleados de multinacionales radicadas en Panamá producto de nuestra tasa impositiva casi nula para sus actividades (ley de beneficios sin licitación, sin consulta)… a políticos independientes que ignoraron su oportunidad histórica para llamar a la calma nacional y al debate pacífico y sin odios de un proyecto país, y cuyo único truco político es rofear a los demás en espera de su momento para tirarse de Presidente… a políticos partidistas que no pudieron llenarse de cordura ni de valentía ante manifestantes que colgaban horcas en las calles y dentro de la Asamblea, al estilo Robespierre, y agredían a sus familiares en sus hogares… y a muchos jóvenes que escucharon, sin filtro y sin fact checking, a “ambientalistas” que nunca han construido una empresa, nunca han contratado a panameños, ni han contribuido al progreso responsable del país, y cuya necesidad existencial económica es figurar en los libritos como Nacho para que les sigan cayendo limosnas de “ambientalistas” extranjeros con sus propias agendas políticas.
¿Puede haber razonamiento jurídico imparcial y basado en el estado de derecho cuando los nueve magistrados están sitiados por turbas guiadas por la desinformación de los letrados y los aspirantes a presidente que ya tuvieron su turno, y otros con posibles trastornos disociativos de identidad (hoy soy Martinelli con machete, mañana soy Bukele, pasado soy Milei)? Para quienes se lo han leído, que estimo los podría contar con los dedos de mis manos, el fallo chorizo requiere de la misma suspensión de la incredulidad que requirieron las opiniones de los procuradores, ambos participando en un concurso de popularidad con la opinión pública para mantener su chamba.
Mientras tanto, seguimos en un país donde necesitamos que la economía crezca para que haya suficiente para todos, pero queremos que se larguen los inversionistas, o peor, queremos decidir quienes si invierten (holis cadena de hotel que paga salario mínimo) y quienes no (bye empresa de actividades industriales complejas), sin entender que los necesitamos a ambos. Siguen miles de trabajadores del proyecto de cobre viviendo del pago de sus primas de antigüedad y su indemnización, porque para pagar liquidaciones si sirve First Quantum, y para pagar y llevar a cabo el cierre de la mina cuando los queremos largar del país también sirve, pero para operar responsablemente la mina y pagar una tasa efectiva de impuesto más alta que Copa no sirve.
Seguiré observando, creyendo desde mi ignorancia que algún día a alguien le interesará entender por qué se negoció lo que se negoció (no somos “socios”, porque ganamos más si cobramos nuestra tajada antes de que exista cualquier macalucia financiera). Tal vez algún día alguien querrá reírse de las anécdotas acumuladas de los equipos que 24/7 intentaron obtener lo mejor posible, poniendo en la balanza los riesgos reales que todos quieren convenientemente ignorar (decisión desfavorable en arbitraje vs nacionalizar la mina vs exigir ser accionista vs contracción de la economía vs pérdida de empleos vs necesidad real de asegurar que se destine dinero para la Caja de Seguro Social, jubilados y educación y no lo malgasten los futuros presidenciables)