El asedio de los bárbaros

La reciente ola de detenciones por parte del gobierno de Nicolás Maduro, incluyendo a prominentes figuras de la oposición venezolana como Henry Alviárez y Dignora Hernández de Vente Venezuela (VV), sugiere un intento del régimen de acallar voces disidentes en la antesala de las elecciones presidenciales de julio. Estos arrestos, junto con la prohibición de participación electoral impuesta a María Corina Machado, reflejan una estrategia gubernamental enfocada en limpiar el camino electoral de adversarios significativos.

Este patrón de represión no es nuevo en regímenes autoritarios, donde la eliminación de la competencia política a través de la judicialización de la disidencia se ha convertido en una herramienta común para asegurar la permanencia en el poder. La detención de líderes de VV, bajo acusaciones vagas de planificar «acciones violentas» y «terroristas», sin proporcionar detalles específicos o evidencia concreta, pone de manifiesto la manipulación de la justicia para fines políticos.

El caso de Emil Brandt, otro miembro de VV detenido por supuestas conspiraciones contra el estado, y cuya «confesión» fue utilizada para justificar más arrestos, ilustra cómo el gobierno utiliza declaraciones bajo coacción para fabricar narrativas de conspiración. Esto no solo busca desacreditar a la oposición sino también sembrar el miedo entre quienes se oponen al gobierno, disuadiéndolos de participar en actividades políticas.

La inhabilitación de Machado y la persecución de sus colaboradores cercanos refuerzan la percepción de que el gobierno de Maduro no tolerará una competencia legítima en las urnas, prefiriendo asegurar su continuidad mediante la eliminación de rivales políticos. Este enfoque no solo socava los principios democráticos fundamentales, sino que también priva a la ciudadanía venezolana de la oportunidad de elegir libremente a sus líderes.

En conclusión, las acciones del régimen de Maduro revelan un intento deliberado de utilizar el aparato estatal para suprimir la oposición y asegurar el control absoluto del proceso electoral. Esto no solo constituye una grave violación de los derechos humanos y principios democráticos, sino que también señala una profunda inseguridad del gobierno sobre su legitimidad y popularidad entre los venezolanos. En el contexto de las próximas elecciones, estos hechos subrayan la urgente necesidad de atención y acción internacional para garantizar un proceso electoral libre y justo en Venezuela.

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