La infiltración del crimen organizado en las instituciones democráticas es una amenaza letal para la supervivencia de las naciones libres. El reciente asesinato del fiscal Carlos Suárez en Ecuador es un trágico recordatorio de los peligros que enfrentan quienes luchan por defender la legalidad. Suárez estaba investigando el violento asalto al canal TC televisivo por parte de una banda criminal, en medio de una escalada de homicidios y ataques, con reos tomando el control de prisiones.
La complicidad entre criminales y funcionarios amenaza gravemente la convivencia democrática. La corrupción rampante y la impunidad abre las puertas para que la delincuencia organizada compre voluntades dentro del gobierno, incluyendo policías y funcionarios de la justicia, infestando las raíces mismas de las instituciones y la sociedad en general. Esta corrupción carcome a la democracia. Sin instituciones confiables, los ciudadanos pierden la fe en el sistema mientras la delincuencia se torna más osada al percibirse intocable.
La respuesta debe ser firme. Se requieren mayores controles e investigaciones a funcionarios para detectar nexos mafiosos. Penas más duras para corruptos y protección para jueces y fiscales amenazados. La sociedad civil también debe activarse, denunciando cualquier indicio de complicidad criminal.
La supervivencia de la democracia está en juego. O actuamos ya contra la corrupción y el crimen, o nuestras naciones libres se convertirán en estados fallidos dominados por mafias.