Hoy se conmemora el Dia Mundial de la Libertad de Prensa. Y en esta ocasión se cumplen 30 años desde que esta fecha fuera proclamada en 1993 con motivo del aniversario de la Declaración de Windhoek, dada a conocer al término de un seminario realizado en 1991 en la capital de Namibia y en el que participaron representantes de diversos medios de comunicación africanos. El documento recopilaba y dejaba establecidos los principios de la libertad de prensa apuntando al desarrollo de una prensa libre, independiente y pluralista como requisito obligatorio para el desarrollo y mantenimiento de la democracia.
Sin la libertad de prensa, y su hermana la libertad de expresión, el terreno resulta fértil para que prospere la desinformación, con el consiguiente menoscabo del Estado de Derecho, los derechos humanos y las demás instituciones sobre las que se sostiene el sistema democrático. “La libertad de expresión y la libertad de prensa”- advierte el premio nobel de economía, Joseph Stiglitz- “no sólo hacen menos probables los abusos de los poderes gubernamentales, sino que también aumentan la posibilidad de que se satisfagan las necesidades sociales básicas de las personas. El secretismo reduce la información disponible para la ciudadanía, mermando la capacidad de las personas para participar de forma significativa. Esencialmente, una participación significativa en los procesos democráticos requiere participantes informados”
En Panamá, la puñalada artera del secretismo y las restricciones de acceso a la información pública, mantienen bajo riesgo permanente a estas dos fundamentales libertades: la de prensa y la de expresión. Desde que impusiera mediante decreto el acceso restringido a las actas de los consejos de gabinete, la administración gubernamental de turno ha convertido en costumbre esconder bajo llave información que, en una verdadera democracia, pertenece al ámbito público. Peligroso amago de tendencias dictatoriales en contra de los más preciados valores democráticos.