Una de las más graves amenazas para el futuro de los jóvenes -y de la que muy poco se habla- es la deficiencia o ausencia absoluta de educación financiera. El desconocimiento de la administración del dinero, de las deudas y del crédito es una piedra de molino amarrada al cuello que reducirá considerablemente su calidad de vida y comprometerá otros aspectos fundamentales de su existencia.
En una de las últimas encuestas sobre competencia financiera realizada entre países miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), quedó establecido que uno de cada cuatro estudiantes es incapaz de tomar decisiones tan simples como los gastos diarios. Y a pesar que uno de cada dos tiene una cuenta de ahorro o una tarjeta de pago o débito, sólo uno de cada tres jóvenes posee los conocimientos básicos para interpretar un extracto bancario. Exponerlos a una sóli da formación en finanzas personales, además de ser una herramienta política y social justa, gara n tizará que los jóvenes cuenten con las habilidades necesarias para gozar de salud financiera cuando lleguen al período de vida en que les corresponda velar por sí mismos y ser autosuficientes.
La Ley 374 del 3 de marzo de 2023-recientemente aprobada- es un primer paso para proporcionarle a los jóvenes panameños esa formación tan necesaria en medio de la incertidumbre que caracteriza al escenario actual. Corresponde no sólo a los centros educativos, a la Ciudad del Saber, Ampyme y a la Superintendencia de Bancos, sino a todas las entidades pertinentes velar por la efectiva puesta en marcha de este nuevo camino educativo. Depende de ello no únicamente la salud financiera y la prosperidad de los futuros ciudadanos: también el desarrollo y riquezas de la nación.