Con cada nueva actuación de los diputados, se pone de relieve que sus intereses apuntan en dirección contraria a las expectativas y al bienestar de los ciudadanos. Cuando no recaen en la manía de asignar los días calendarios a la celebración de trivialidades, sus desatinadas actuaciones resultan desagradables y hasta peligrosas para los panameños porque atentan contra alguna de sus libertades básicas. Como los dos anteproyectos de ley que busca- uno de ellos- extender el derecho a réplica a la internet y a las redes sociales; mientras que el otro pretende regular, por medio de una “idoneidad”, a todo aquél que en calidad de “politólogo” hable de la realidad política local y se atreva a verter opiniones al respecto.
Y como en la accidentada historia de la Asamblea Nacional son muchos los precedentes con este tipo de aviesas intenciones, la mayoría popular ha asumido como norma general aquello de “piensa mal y acertarás”. Ambas iniciativas han hecho sonar las alarmas inmediatamente y se les acusa de ser otro burdo intento, por parte de bandas políticas, de establecer censura a la opinión pública, así como de restringir la libertad de expresión con la finalidad de acallar la creciente y poderosa corriente de críticas de una ciudadanía insatisfecha con la gestión presente.
“He llegado a la conclusión de que la política es demasiado seria para dejarla en manos de los políticos”, advertía con tino Charles de Gaulle. Así mismo, nuestras libertades son muy valiosas para permitir que sean delimitadas por las marionetas de intereses perversos y egoístas que desfiguran el verdadero carácter de la democracia.