“Es una señal de respeto por un lugar”, expresó el joven hincha japonés luego de la derrota del equipo de Japón ante el de Costa Rica. Él es parte del pequeño grupo que luego del partido, recogieron botellas, talones de boletos y el resto de los otros desechos que se acumularon en el estadio luego del encuentro futbolístico. Lo que ya habían hecho anteriormente en la fecha donde, sorpresivamente, el onceno de su país venció a Alemania.
El grupo de fanáticos japoneses recogiendo la basura, sin importar de quién sea, se ha convertido en la mejor imagen de lo que implica la vida en comunidad. Una lección profunda de respeto, solidaridad y servicio público; con alcances que superan cualquier adversidad deportiva.
Cuán diferente serían las circunstancias si las lecciones de esa reducida fanaticada fueran la nota característica de la vida pública nacional. Que el respeto, la solidaridad y el servicio público constituyeran la columna vertebral del hacer político; en vez del brutal individualismo, los intereses personalistas y el afán de lucro que impera a costa del bienestar general.
Una magnífica lección cuyos ecos resuenan mucho más allá de los campos y los estadios donde se llevan a cabo los encuentros. ¡Qué lástima que la casta política reinante sea incapaz de ver más allá del partido de fútbol! Ciegos y sordos a cualquier cosa que no sea parte de sus propias lacras.