Caminando al filo de la navaja.

Entre la plaga de Justiniano, que mató a cerca de 40 millones de personas, y la gripe española, que tuvo entre 50 y 100 millones de víctimas mortales, se ubica la Peste Negra que, aunque no hay registros exactos se calcula entre 80 y 200 millones las muertes provocadas por la misma. Estas tragedias tienen como punto en común que impulsaron grandes transformaciones políticas, no sin antes experimentar estallidos sociales de grandes proporciones.

Esto se debe, según explica el informe Las repercusiones sociales de la pandemia, publicado en enero del 2021, a que una pandemia desnuda “las fracturas ya existentes en la sociedad: la falta de protección social, la desconfianza en las instituciones, la percepción de incompetencia o corrupción de los gobiernos”. El documento presenta sólidas evidencias de la relación existente entre los estallidos sociales y las pandemias. Y por si no bastaran estas inquietantes conclusiones, otro estudio publicado antes, en octubre del 2020, titulado Cómo las pandemias conducen a la desesperación y al malestar social, revela que “estos eventos pandémicos generan un riesgo de desorden civil significativamente más elevado después de 14 meses”.

Aquí no tuvo que correr mucho el reloj para que ambos estudios confirmaran sus postulados: el levantamiento ocurrido en julio pasado resulta más que convincente. Sin embargo, el deficiente manejo de los asuntos gubernamentales alimenta, día tras día, los temores de nuevas y más vehementes explosiones sociales. Sobre todo, porque la Asamblea Nacional dedica sus más fervientes esfuerzos a legislar en beneficio de unas reducidas castas en detrimento de los intereses populares y del bienestar general.

“El malestar social era elevado antes de la covid”, señala uno de los informes, “si la historia nos sirve de guía, es razonable esperar que, conforme la pandemia disminuya, los estallidos sociales emergerán de nuevo”. Y en Panamá la contundencia y los alcances de esas nuevas explosiones de descontento serán inimaginables, vistas la irresponsabilidad y la ceguera política de quienes gobiernan.

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