Eufemismos y maquillaje.
La precisión no sólo debería ser un requisito quirúrgico; también tendría que ser obligatoria en la política estatal si a lo que se aspira es a resolver problemas y a transformar el presente. Por ello, resultan peligrosas las cifras que no reflejan todas las facetas de la realidad; como las que subrayan que, de septiembre de 2020 a abril de 2022, el desempleo ha disminuido desde el 18.5 por ciento para colocarse en el 9.9 por ciento. Esta cifra a la baja no revela un grave problema de fondo: que el empleo informal ha crecido hasta ubicarse en el 48.2 por ciento; y que, del millón 800 mil personas que desempeñan algún trabajo, cerca de 800 mil lo hacen en una actividad informal.
Según el Instituto Nacional de Estadística y Censo, en el período comprendido entre noviembre de 2021 y abril de 2022 se sumaron 60 mil nuevos trabajadores informales a la economía del país. De acuerdo al mismo instituto, en abril de 2022 Panamá contaba con 59 mil 252 trabajadores menos en el sector privado mientras que 259 mil 633 se desempeñan en el sector informal.
Una economía incapaz de generar plazas de empleo formal genera secuelas que alcanzan, incluso, a la crisis del sistema de pensiones, que seguirá agudizándose al no percibir nuevas aportaciones. Y, también, al no aportarle a las arcas del Estado, obliga a la nefasta política de seguir financiando con préstamos a la creciente burocracia nacional.
El informalismo laboral y la incapacidad de generar plazas de empleo formales reclaman la atención del Gobierno de turno. Sin una estrategia y esfuerzos contundentes para resolver esas falencias, será inevitable una nueva explosión de descontento popular que ponga en jaque la estabilidad social.