En el acto, Biden ha estado acompañado por los embajadores sueco y finlandés en Washington, Karin Olofsdotter y Mikko Hautala, respectivamente, así como de otros altos funcionarios, como la vicepresidenta, Kamala Harris, o la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi.
Más tarde, el mandatario ha remitido una carta a la propia Harris, quien también ostenta la presidencia del Senado, donde remarca que el hecho de estar de acuerdo con la adhesión de Suecia y Finlandia a la Alianza Atlántica «no tendrá el efecto de aumentar la participación porcentual general de Estados Unidos en los presupuestos comunes de la OTAN».
Asimismo, la misiva, recogida por la Casa Blanca, incide en que la posible unión de ambas naciones a la alianza militar «no resta valor a la capacidad de Estados Unidos para satisfacer o financiar sus necesidades militares fuera del área del Atlántico Norte».
Finlandia y Suecia habían rechazado durante décadas solicitar su ingreso en la OTAN, si bien han cambiado de postura a consecuencia de la invasión rusa de Ucrania, desatada el 24 de febrero por orden del presidente de Rusia, Vladimir Putin.
El acceso de Suecia y Finlandia se desbloqueó en la cumbre de Madrid del pasado 29 y 30 de junio en la que los líderes invitaron a ambos candidatos, tras culminarse en los prolegómenos de la cita un acuerdo para que Turquía levantar su veto a cambio de un mayor compromiso de los países escandinavos en la lucha contra el grupo terrorista Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK).
Ambos países dieron un paso más el 5 de julio en su ingreso en la OTAN con la firma de su protocolo de adhesión, con el que pasan a ser miembros ‘de facto’ de la alianza militar a falta de la ratificación formal. Tras ello, el director general de la OTAN, Jens Stoltenberg, habló de «día histórico».